Disciplinas espirituales para hoy. Parte 1

Foto por Andrea Hernández

Profundiza en tu relación con Dios

Por Jonathan Mikes

Cuando era adolescente, me encantaba jugar básquetbol. Participé en un equipo durante la secundaria y preparatoria. Un día llegaron unas amigas a ver un partido nuestro, y después me comentaron: «Jonathan, ¡de veras te viste como un jugador profesional!» No opinaron nada sobre mi juego en sí. Lamentablemente, vestirme como jugador profesional de básquet no me hizo jugar como profesional. 

El escritor Dallas Willard relata que muchas veces en el deporte un joven busca imitar a su héroe, tal vez en la forma de vestir o de hacer ciertos movimientos. Sin embargo, difícilmente logra reflejar su éxito en la cancha. ¿Por qué? Porque lo que realmente debe copiar de su héroe no es sólo lo que ve durante un partido, sino también toda la vida de preparación que le ha costado para llegar a ser campeón.

Debe emular sus largas horas de entrenamiento mental y físico. El éxito en la cancha no viene por la forma de vestir, sino como resultado de una rigurosa disciplina que nadie ve.  

En muchos sentidos, la vida espiritual es así también. Queremos responder como Cristo ante cualquier situación, pero no es tan fácil; lograrlo requiere preparación. Para el deportista, el éxito público es resultado de la entrega privada, y para un seguidor del Señor, no es diferente. Difícilmente podemos reflejar a Cristo en público si no tenemos una disciplina privada buscándolo de manera constante. 

De hecho, el apóstol Pablo nos anima a imitar a los atletas en nuestro caminar espiritual: «¿No saben que en una carrera todos los corredores compiten, pero sólo uno obtiene el premio? Corran pues de tal modo que lo obtengan» (1 Corintios 9:24). La disciplina privada de un cristiano empieza con la práctica de disciplinas espirituales. 

¿Qué son las disciplinas espirituales? Podríamos resumirlas con la siguiente lista: la adoración, el asesoramiento, el ayuno, la abstinencia, la celebración, la confesión, la convivencia, el descanso, el estudio, la meditación, la oración, el sacrificio, el secreto, la sencillez, el servicio, el silencio, la solitud y la sumisión. 

¡Qué lista! Estas actividades son ideas bíblicas, aunque nunca vemos en la Biblia una lista de disciplinas espirituales como tal. Más bien, esta lista nace por la experiencia cristiana con Dios a través de los siglos. Por lo mismo, sería posible añadir aún más. 

Si fuéramos a hacer una encuesta a los grandes de la fe (famosos y no) a través de la historia, sobre cómo profundizar nuestra experiencia con Dios, lo más seguro es que nos contestarían con sugerencias mencionadas en la lista.

Todos queremos ser más como Cristo. En términos sencillos, las disciplinas nos ayudan a ese fin.

Si tomamos la idea del famoso escritor Henri Nouwen, las disciplinas abren un espacio en nuestras vidas, tan ocupadas y distraídas, por medio del cual Dios puede actuar. Sin duda, él da el crecimiento, pero a nosotros nos toca abrir estos espacios para ser sensibles al Espíritu Santo.

Tal vez la verdad más importante de las disciplinas espirituales es que son una oportunidad, no una obligación. No somos salvos por estudiar la Biblia. No somos salvos por ayunar. No somos salvos por orar. La salvación es por la fe en Cristo. En la entrada al cielo, Dios no nos preguntará cuántas veces en promedio tuvimos un tiempo devocional cada semana. 

Pero es cierto que tampoco queremos llegar al cielo celebrando: «¡Viví mi vida al mínimo!». La meta es finalizar contentos, satisfechos y pensando: Aproveché toda ocasión que Dios me dio para ser más como Cristo. Las disciplinas espirituales ofrecen una oportunidad para dedicarnos a ser más como él.

Dos excelentes libros que tratan el tema de las disciplinas espirituales son Alabanza a la disciplina, de Richard Foster, y El espíritu de las disciplinas, de Dallas Willard.  

Juntando las listas de estos dos expertos, tendríamos unas diecinueve disciplinas en total. En seguida las apunto todas con una descripción de cada una:

  • La adoración. Expresar a Dios nuestra admiración por él. «Señor, digno eres de recibir la gloria y la honra y el poder; porque tú creaste todas las cosas, y por tu voluntad existen y fueron creadas» (Apocalipsis 4:11).

  • El asesoramiento. Buscar el consejo de gente sabia. «Los pensamientos son frustrados donde no hay consejo; mas en la multitud de consejeros se afirman» (Proverbios 15:22).

  • La austeridad. Parecida a la sencillez (descripción más adelante).

  • El ayuno. Abstenerse de forma intencional de la comida y bebida. «Él respondió y dijo:  Escrito está:  No sólo de pan vivirá el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios» (Mateo 4:4).

  • La abstinencia. No tener relaciones sexuales en el matrimonio por un breve tiempo. «No os neguéis el uno al otro, a no ser por algún tiempo de mutuo consentimiento, para ocuparos sosegadamente en la oración; y volved a juntaros en uno, para que no os tiente Satanás a causa de vuestra incontinencia» (1 Corintios 7:5).

  • La celebración. Tomar tiempo para disfrutar con Dios. «Regocijaos en el Señor siempre. Otra vez digo: ¡Regocijaos!» (Filipenses 4:4).

  • La confesión. Reconocer nuestro pecado ante otra persona. «Confesaos vuestras ofensas unos a otros, y orad unos por otros, para que seáis sanados. La oración eficaz del justo puede mucho» (Santiago 5:16). 

  • La convivencia. Participar en comunidad y amistad con otros cristianos. «No dejando de congregarnos, como algunos tienen por costumbre, sino exhortándonos, y tanto más, cuando veis que aquel día se acerca» (Hebreos 10:25).

  • El estudio. Estudiar la Biblia y buenos libros cristianos, y escuchar buena enseñanza. «Toda la Escritura es inspirada por Dios, y útil para enseñar, para redargüir, para corregir, para instruir en justicia» (2 Timoteo 3:16).

  • La meditación. Ir más allá del estudio o como resultado de estudiar la Palabra. «Me he gozado en el camino de tus testimonios más que de toda riqueza» (Salmo 119:14).

  • La oración. Simplemente conversar con Dios. «Por nada estéis afanosos, sino sean conocidas vuestras peticiones delante de Dios en toda oración y ruego, con acción de gracias. Y la paz de Dios, que sobrepasa todo entendimiento, guardará vuestros corazones y vuestros pensamientos en Cristo Jesús» (Filipenses 4:6-7). 

  • El retiro. Parecido a la soledad (descripción más adelante).

  • El sacrificio. Privarnos de posesiones o de disfrutar algo necesario para el diario vivir. «Vio también a una viuda muy pobre, que echaba allí dos blancas. Y dijo:  En verdad os digo, que esta viuda pobre echó más que todos. Porque todos aquellos echaron para las ofrendas de Dios de lo que les sobra;  mas ésta, de su pobreza echó todo el sustento que tenía» (Lucas 21:2-4). 

  • El secreto. Abstenernos de dar a conocer nuestras buenas obras. «Guardaos de hacer vuestra justicia delante de los hombres, para ser vistos de ellos;  de otra manera no tendréis recompensa de vuestro Padre que está en los cielos... Pero tú, cuando ayunes, unge tu cabeza y lava tu rostro, para no mostrar a los hombres que ayunas, sino a tu Padre que está en secreto;  y tu Padre que ve en lo secreto te recompensará en público»  (Mateo 6:1, 17-18).

  • La sencillez. Rechazar ciertos lujos o comodidad, viviendo con lo necesario. «Y Juan estaba vestido de pelo de camello, y tenía un cinto de cuero alrededor de sus lomos;  y su comida era langostas y miel silvestre» (Mateo 3:4).

  • El servicio. Disponer de nuestros bienes y de nuestras fuerzas para otros y para Dios. «Pues si yo, el Señor y el Maestro, he lavado vuestros pies, vosotros también debéis lavaros los pies los unos a los otros» (Juan 13:14)

  • El silencio. Más allá de la solitud, separarnos de un ambiente de ruidos, música o palabras. «Porque así dijo Jehová el Señor, el Santo de Israel:  En descanso y en reposo seréis salvos; en quietud y en confianza será vuestra fortaleza. Y no quisisteis» (Isaías 30:15:).

  • La solitud. Abstenernos de interacción con otros seres humanos. «Cuando ya era de día, salió y se fue a un lugar desierto; y la gente le buscaba, y llegando a donde estaba, le detenían para que no se fuera de ellos» (Lucas 4:42:). 

  • La sumisión. Someterse mutuamente entre creyentes. «Someteos unos a otros en el temor de Dios» (Efesios 5:21). 

Tal vez en esta lista hayamos encontrado alguna disciplina nueva. Será importante buscar aprender más de esa disciplina, preguntándole a un pastor o mentor espiritual, y dedicándonos a practicarla.

Muchas veces nuestra vida espiritual se vuelve seca porque simplemente nos aburrimos de hacer las mismas cosas para cultivar nuestra relación con Dios. A mí me encanta leer y estudiar la Biblia, pero de repente me aburro. 

Por supuesto, el problema no es que la Biblia sea un libro aburrido; es que mi forma de leer o de estudiar se vuelve demasiado rutinaria o que mi forma principal de conectarme con Dios se concentra demasiado en la lectura bíblica nada más. Hace falta entonces, practicar diferentes disciplinas.

Continuaremos hablando de las disciplinas en la segunda parte 

Adaptado de Fórmula para una Gran Generación, de Milamex Ediciones.


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