Elige la verdad de Dios 

Foto por Daniel Becerril

Es tan fácil mirar nuestros problemas y deprimirnos, pensar que esto es lo que Dios quiere

Por Lloyd Petersen

Tanto Dios como Satanás tienen intenciones para nosotros. La intención de Satanás es mantenernos enfermos, en el fracaso, pobres, deprimidos y viviendo una vida sin victoria.

Dios, por otro lado, quiere sanarnos, quiere que seamos exitosos, que seamos prósperos, que tengamos relaciones amorosas saludables, y que vivamos en victoria.

Tenemos que elegir a quién escuchar.

Es tan fácil mirar nuestros problemas y deprimirnos, pensar que esto es lo que Dios quiere, que estamos destinados al fracaso, a estar enfermos, a ser...  ¡No creamos esas mentiras!

La Biblia nos advierte: «El malvado hace caso a los labios impíos, y el mentiroso presta oído a la lengua maliciosa» (Proverbios 17:4). No seamos malvados ni mentirosos.

Si tenemos problemas para confiar en el bien que Dios quiere para nosotros, vayamos a la Biblia para encontrar alguna escritura que nos recuerde el propósito de Dios para nosotros.

Proverbios 12:24 dice: «El de manos diligentes gobernará; pero el perezoso será subyugado». Dios nos está dando dos opciones: gobernar o estar en esclavitud. Él quiere que elijamos ser gobernantes y administradores, porque para eso fuimos creados; fue su plan desde el principio.

Entonces dijo Dios: «Hagamos al ser humano a nuestra imagen y semejanza. Que tenga dominio sobre los peces del mar, y sobre las aves del cielo; sobre los animales domésticos, sobre los animales salvajes, y sobre todos los reptiles que se arrastran por el suelo» (Génesis 1:26). 

Al leer las Escrituras recordé que tengo un propósito y que soy necesario. Así que ahora puedo orar y trabajar con confianza hacia esa dirección. Ya no diré: «Dios si es tu deseo que yo gobierne...». No, ya sé que el deseo de Dios es que yo gobierne.

Dos cosas me sucedieron durante los días que estuve escribiendo este artículo:

Una noche tuve un sueño donde estaba con un grupo de amigos que decidían comer en cierto restaurante, pero al ver los precios no me quedaba con ellos porque no podía pagarlo. Así que ellos comían en el restaurante caro y yo me iba a comer a otro sitio por mi cuenta. Cuando desperté, me di cuenta de inmediato de que Satanás estaba tratando de imponer sus intenciones sobre mí; excluirme y ser pobre mientras otros prosperaban. 

Sin tardar anulé ese plan, en el nombre de Jesús, y empecé a recordar y expresar los planes de Dios para mi vida, como en Deuteronomio 28:13 que dice: «El Señor te pondrá a la cabeza, nunca en la cola. Siempre estarás en la cima, nunca en el fondo, con tal de que prestes atención a los mandamientos del Señor tu Dios que hoy te mando, y los obedezcas con cuidado». Y así continué declarando el Salmo 1, Mateo 6 y muchos otros.

Después de unos minutos, tuve la sensación de que el Espíritu Santo me decía: «¡Bien hecho!».

También durante este tiempo, salí a caminar temprano en la mañana. Con regularidad, escucho sermones mientras camino. Sin embargo, en esa ocasión, decidí usar el tiempo para orar en específico acerca del plan y propósito de Dios para mí. 

Cuando salía de la comunidad donde vivimos, mi llave se atoró en la puerta y no la podía sacar. Durante 15 minutos moví la llave de todas las maneras imaginables pero no salía. De repente pensé: «éste es el plan de Satanás para mí, estar atrapado aquí y no ir a mi caminata de oración». Tan pronto como tuve ese pensamiento, la llave salió. Su plan fue expuesto y fue atrapado con las manos en la masa.

Pensemos en cómo esto ha afectado nuestra vida de oración. Cuando alguien está tratando con influencia demoníaca, no hay duda de que Dios puede librarlo. Casi nadie ora: «Dios, si es tu voluntad libra a esta persona de este demonio».

Sabemos cuál es la voluntad de Dios y eso nos da valentía, al punto de ordenarle a ese demonio que se vaya, en el nombre de Jesús, y no hay duda de que huirá.

Pero cuando se refiere a otros asuntos, estamos confundidos y dudosos. Pensamos que tal vez deberíamos estar deprimidos, luchando con nuestra salud o nuestra economía, o quizá deberíamos permanecer heridos y en relaciones rotas. Entonces decimos esas palabras con muchas dudas, «Dios, si es tu voluntad, por favor... ».

Lo que tendríamos que decir es: «Dios, ¡tú dijiste que..! ¡Esas fueron tus palabras! ¡Este es tu deseo! Esto es lo que tú quieres».

Últimamente, cuando me despierto me recuerdo a mí mismo dos versículos:

  1. «Pero de una cosa estoy seguro: he de ver la bondad del Señor en esta tierra de los vivientes» (Salmo 27:13).

  2. «No he de morir; he de vivir para proclamar las maravillas del Señor» (Salmo 118:17).

Con eso se eliminan mis dudas y temores, y me acuerdo de sus planes para mí.

Cualquiera que sea la necesidad que tengamos, miremos el propósito de Dios para nosotros al respecto y empecemos a recordarnos a nosotros mismos lo que él dijo. Como dice una canción que me gusta: «Dios hará lo que dijo que haría, Él no es hombre que mienta, Él cumplirá».


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