No te contamines

Foto por Andrea Hernández

¿Qué pasaría si aplicáramos el doble no circula al pecado en nuestra vida?

Por Sally Isáis

En estos días, la Ciudad de México ha estado muy contaminada.  En realidad, no recuerdo haber experimentado esta neblina espesa, viscosa y pesada tan abajo en la ciudad, tan palpable a los ojos, la nariz y la boca.  

Al bajar en avión hacia el aeropuerto de la ciudad, se pasa por una capa parecida. Pero es diferente porque de pronto ya está uno del otro lado. Tengo que reconocer que siempre es una llamada de atención el pensar que vivimos dentro de esa nata. Pero como que se nos olvida en el ajetreo diario. 

Tenemos los monitores de control ambiental, el obligado «hoy no circula», las voces de aquellos que nos recuerdan que aquí en la Capital, nuestros pulmones respiran el equivalente a unos siete cigarillos por día y más. Sin embargo, nos acostumbramos y hasta que llega una crisis como la reciente, volvemos a pensar en lo «serio» de vivir en esta contaminación. 

Sucede lo mismo con el pecado a nuestro alrededor.  Está aquí, latente y sucio. Lo respiramos cada vez que salimos a la calle y vemos un espectacular que promueve anti-valores.

Lo inhalamos cada vez que prendemos la televisión o el radio en el auto y escuchamos las opiniones de los «que saben», de los «expertos» y de los que tienen «influencia».

Lo absorbemos cuando leemos un “excelente” libro o revista escrito con lenguaje soez pero «fino» y «moderno”» o cuando le hacemos caso a la amiga que asegura:  «Si todos lo hacen, ¿qué tiene de malo?», «Una aventurita la tiene cualquiera, no exageres. No vas a dejar a tu esposo y a tus niños, solo es un desfogue momentáneo que a cualquiera le cae de maravilla! Incluso le puedes dar permiso a tu esposo para que haga lo mismo y así ambos quedan satisfechos y se aprecian más». 

La medida de prevención más aplicable, se nos dio en el llamado a: cerrar las ventanas de casa, no salir si no era necesario, no ocupar el auto más que en casos de extrema urgencia. El doble no circula es parte del mismo plan. Todo esto implica un cambio en nuestro estilo de vida.  

¿Qué pasaría si aplicáramos el doble no circula al pecado en nuestra vida? ¿Si cerráramos las ventanas de nuestros ojos para no ver lo que ofende a Dios? ¿Si dejáramos de asistir a lugares y eventos que nos meten ideas en la cabeza que no debemos tener? ¿Si le diéramos un mayor y mejor lugar al estudio y aplicación de la Biblia? 

Jesucristo oró al Padre por nosotros pidiendo: «No te pido que los quites del mundo, sino que los protejas del maligno» (Juan 17:15).  Aquí vivimos. Jesús mismo oró por nosotros. Seguro que Dios escuchó y contesta.  

¡No tenemos que respirar la suciedad a nuestro alrededor! Es nuestra decisión. Protejamos nuestro cuerpo, mente y espíritu.


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