Frío o caliente, nunca tibio

Foto por Juan Esparza

¿No es mejor ser tibio que frío espiritualmente?

Por Joel Peñuela Quintero

Al llegar a mi casa en Colosas, se formó un tumulto cuando mi esposa y mis siete hijos despertaron. Después de veintinueve días fuera del hogar, estábamos ansiosos por abrazarnos. Había sido el tercero de mis cuatro viajes durante el año a la isla de Patmos para llevar provisiones al destacamento militar del imperio acantonado allí.

—¡Traigan comida! —ordenó Ester, mi esposa, a una de nuestras esclavas.

—No —intervine de inmediato—. No tengo hambre, comí en el puerto al llegar. Solo deseo bañarme.

—¿Ahora? —preguntó Ester— es casi medianoche.

—Sí, el sopor del día me trae muy fatigado.

De inmediato ordenó a dos de nuestros esclavos que calentaran agua. A esa hora de la noche estaría como si la hubieran acabado de traer del río y no la soportaría tan helada.

Mientras preparaban el baño, entregué presentes a mi familia. Malca, la menor de mis hijas, quedó muy contenta con los animales tallados en piedra elaborados por los prisioneros de Patmos. Con la ablución se disipó el cansancio. Abrí el cofre donde había traído un verdadero tesoro para los hermanos de Asia: un rollo escrito por el apóstol Juan.

Ester se acercó y me dijo al oído:

—¿Está seguro, capitán Coloso Marcus, que no desea irse a la cama?

Ante mi silencio se dio por vencida y tomó el rollo. Nuestros hijos y toda la servidumbre se sentaron a escuchar. En mi hogar, griegos y judíos convivimos arropados por la fe en Jesucristo, aunque en secreto.

El tiempo pasó de prisa y llegamos al mensaje a la iglesia de Laodicea: «Yo conozco tus obras, que ni eres frío ni caliente. ¡Ojalá fueses frío o caliente! Pero por cuanto eres tibio, y no frío ni caliente, te vomitaré de mi boca».

Ester, levantó los ojos y preguntó:

—¿No es mejor ser tibio que frío espiritualmente?

—No, no es eso lo que quiere decir el apóstol —le dije—. Él conoce bien esta región y sabe que Hierápolis, Colosas y Laodicea, aunque comparten el valle del río Licus, el agua es distinta en cada una de ellas.

—Sí, claro: el agua de Colosas es fría, la de Hierápolis caliente y la de Laodicea tibia; ¡Deliciosa para bañarse!

—Pero no la puedes beber porque al ser tibia te hace vomitar.

Ester quedó pensativa. Todavía no parecía entender del todo las palabras del rollo; posó sus ojos de mar sobre las letras del apóstol, luego me miró. Decidí explicarle.

—Las aguas de nuestra ciudad atraen a muchos visitantes en época de calor, ¿cierto? Además, es delicioso beberlas. También las aguas calientes de Hierápolis son conocidas en todo el Imperio por su potencial curativo como aguas termales…

—¡Pero las de Laodicea… son tibias! —reflexionó mi mujer.

—¡Exactamente! Además, son salobres y de poca utilidad.  

Sus ojos miraron al texto igual como lo había hecho conmigo cuando le pedí ser mi esposa.

—¿Ahora, entienden por qué es mejor ser caliente o frío y no tibio? —dije volviendo los ojos sobre mis hijos y los esclavos tan embebidos como yo, en las palabras del Apocalipsis.

 —Sí —respondió mi hijo Potius David—, el agua es útil si es caliente o fría, pero si es tibia solo sirve para hacerte vomitar.

Le estrujé la cabeza a mi hijo y un suspiro de sano orgullo se atragantó en mi garganta.

—Así es, hijo, un creyente en la fe de Jesucristo debe servir en todo momento al Señor y a sus hermanos. Cuando no lo hace es tibio como el agua de Laodicea.

Al terminar de leer el rollo, ya la casa estaba iluminada.


Tal vez también te interese leer:

La vida como un partido de fútbol    (Encuentra la comparación)

Las Nubes   (Descubre la importancia de pensar en las nubes)

Lo especial de la palmera   (Descubre esta verdad)

Tres deseos    (Descubre cuáles serían)

Conquistados por el amor    (Solo este amor nos da plenitud)

¿Estamos listos o casi listos?    (¿Cómo estás tú?)

El café y los valores del reino   (Analiza esta comparación)

El mundo debajo de nuestros pies   (Descubre este mundo)

¿Eres artificial o verdadero?   (Descúbrelo)

Lo que solo un corazón libre es capaz de reconocer   (Toma decisiones)

Anterior
Anterior

Qué hacer cuando te quedas sin empleo

Siguiente
Siguiente

José Gervasio Artigas (1764-1850)