Cuando «voy a orar por ti» no es suficiente
Maneras prácticas para ser una respuesta de oración
Por A. Hernández
El otro día vi un meme que decía: «”Voy a orar por ti” es el “no estés triste” de los cristianos». Muchas veces cuando nos enteramos de que alguien está pasando por una prueba, sentimos feo y automáticamente le decimos que vamos a estar orando. En ocasiones lo hacemos, pero muchas otras se nos olvida y hasta ahí llegó nuestra empatía.
Hace poco mi hijito de dos años tuvo un accidente terrible del cual sobrevivió por milagro de Dios. Aun así, estuvo hospitalizado por diez días, los cuales no dejaron de ser devastadores para mi esposo y para mí. Pasar por una prueba tan grande como esta nos nubló la vista y nos debilitó. De no ser por la fortaleza y paz sobrenatural de Dios y el amor de otros, no hubiéramos podido sobrellevar la tristeza y angustia de esos días.
Tuvimos la grata sorpresa de contar con el apoyo de una gran cantidad de hermanos en Cristo (también de no creyentes); no importando si se trataba de relaciones cercanas o conocidos, pues incluso recibimos el amor cristiano de parte de desconocidos. Fue profundamente conmovedor ver la empatía de tantas personas que fueron más allá del «voy a orar por ti». Cada uno de ellos desde su creatividad y posibilidades fueron la respuesta a nuestras oraciones, las manos y pies de Jesucristo en tiempos de necesidad.
Por ello, honrando a todos estos corazones generosos, quiero compartir maneras prácticas en las que nos apoyaron y consolaron en los días más difíciles, pues estos ejemplos se pueden aplicar para otras situaciones:
Llevar comida preparada o despensa
Debido a que mi esposo y yo éramos los únicos haciendo guardias en el hospital, no teníamos tiempo para cocinar o comprar comida, ya que cuando salíamos estábamos agotados. Una gran amiga organizó a decenas de personas, a través de una aplicación en internet, para llevarnos comida cada día, por casi tres semanas. Entonces, quien salía del hospital llegaba a casa con una comida rica, lista para consumir. Una cosa menos en qué pensar.
Actos de servicio
Siempre tuvimos quién nos llevara y recogiera del hospital, o quién se ofreciera para limpiar el departamento en nuestra ausencia o lavar nuestra ropa. Tampoco faltó quién ofreciera su casa cercana al hospital, para llegar a descansar o tomar un baño. Otros pensaron en detalles como prestarnos cargadores, baterías de celular, cobijas y más. Una amiga cuidó de nuestra perrita.
Mensajes de aliento
Aunque sabía que Dios estaba conmigo, mi mente estaba bloqueada y me costaba trabajo recordar las Escrituras. Gracias a que hubo personas que me enviaron versículos bíblicos, pasajes, promesas de Dios, Salmos y frases, fue que pude recobrar aliento y aferrarme a las verdades de Dios. Incluso, algunos de los paquetes de comida que nos enviaron, incluían hermosos mensajes de ánimo.
Otra cosa que ayudó mucho a darnos aliento fue cuando nos compartían canciones con letra adecuada a lo que estábamos viviendo. La música reavivó mi alma.
Oraciones continuas
Esperábamos que oraran por nosotros en nuestra iglesia local o grupos de amigos, pero supimos de mucha gente que hizo cadenas de oración por la salud de mi hijo en sus propias congregaciones, incluso hasta en otros países. Diario recibíamos mensajes de gente recordándonos que no habían dejado de orar por nosotros y estaban al pendiente. Otros mandaban audios de Whatsapp haciendo oraciones específicas, o lo hacían por llamada o mensajes de texto.
Compañía presencial
En nuestro caso, por nuestros horarios intensivos al entrar y salir del hospital, era complicado ver a otras personas. Pero después de que mi hijo fue dado de alta, recibimos algunas visitas con las cuales pudimos conversar, desahogarnos, orar y distraernos.
El mismo día del accidente, tuvimos que trasladar a mi hijo de un hospital a otro en ambulancia. Nunca olvidaré el momento en que salí con mi niño en la camilla y vi a una de mis grandes amigas acompañando a mis papás. En el trayecto al otro hospital, ella siguió en su coche a la ambulancia en la que veníamos por un buen rato. Saber que estaba ahí, me dio consuelo y fortaleza para lo que venía.
Ofrendas de dinero
Gracias a Dios mi hijo pudo ser atendido en uno de los mejores hospitales de alta especialidad del Seguro Social, así que no necesitamos grandes cantidades de dinero. Sin embargo, algunas personas pensaron en cosas que a nosotros no nos pasó por la mente y nos dieron o depositaron dinero que terminó siendo de gran ayuda.
Un amigo en España convocó a orar a su iglesia y los alentó a ofrendar para nuestro caso, a lo cual decenas de personas, que tal vez nunca vamos a conocer, respondieron aportando con generosidad, además de que nos dieron seguimiento con mensajes y llamadas por semanas.
Apoyo profesional
Hubo personas que no aportaron con su dinero pero sí con su tiempo y su profesión. Recibimos apoyo legal gratuito y en mi caso una hermana psicóloga me dio una sesión de orientación post trauma. También gracias a otros, pudimos obtener contactos de médicos y asesoría en diferentes temas.
Ideas hay muchas y varían según cada circunstancia, pero tengo la certeza de que Dios llama a todos sus hijos a responder con acción y empatía ante el sufrimiento. Mi Señor me dio consuelo en los momentos más oscuros y me ha dado la capacidad de consolar a otros.
Me di cuenta de que yo era de esas personas que tienden a decir «voy a orar por ti» y luego solo me siento indiferente o frustrada por no saber de qué otras maneras apoyar. Al vivir esta experiencia, Dios me dio muchas ideas a través de otros, sobre cómo ayudar a los demás en tiempos de necesidad.
Estoy segura de que Dios usó a todas estas personas para responder a nuestros ruegos, gemidos y oraciones indecibles. La verdad es que nunca había sentido el amor de Dios de una manera tan palpable, tan real y práctica. Fue hermoso y sanador. ¡Seamos como ellos! ¡Seamos Iglesia!
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