Ser sobrio es un asunto de carácter

Foto por Eliab Bautista

Se trata de examinarnos y ser conscientes de nuestras prioridades...

Por Jaime Rivera Prieto 

Son grandes las lecciones que nos ha recordado la pandemia, muchas de las cuales habíamos olvidado en el ajetreo diario, entre ellas, la urgente necesidad de ser sobrios.

La pérdida de la estabilidad social, financiera y política nos ha obligado como sociedad a prescindir de todo lo que es superfluo. La estrategia para enfrentar esta circunstancia difícil se ha centrado en buscar lo esencial, mantener únicamente lo indispensable y eliminar todo cuanto resulte innecesario. Reducir gastos en las actividades diarias es un claro ejemplo de ello.

Si bien este fue un fenómeno resultado de la pandemia, la verdad es que ser sobrios es uno de los llamados recurrentes en las Escrituras. Nuestro Creador nos enseña la manera en que debemos vivir. 

Ser sobrio es un asunto de carácter. La Real Academia Española lo define como ser moderado, templado y carente de adornos superfluos. 

Esta cualidad debe cultivarse, pues no es innata. Buscar la sencillez, el contentamiento, conformarse con lo esencial y el rechazo a la tentación de tener y ostentar son frutos de una práctica intencional.

En la vida, ser sobrio exige templanza para dominar los impulsos por adquirir bienes o vivir experiencias que resultan innecesarios. Todos sabemos que no podemos habitar dos casas al mismo tiempo o conducir más de un vehículo a la vez. 

Es suficiente con tener vestido sobre el cuerpo y alimento en la mesa. Implica rebajar el orgullo de sobresalir a los demás por lo que se tiene, por los lugares que se visita o por las marcas que se usan.

Este es el modo de vida al que hemos sido llamados. Basta con mirar el ejemplo de Jesucristo.

Se trata de examinarnos y ser conscientes de nuestras prioridades, ponerlas en orden y disfrutar de lo esencial. El amor de la familia, la satisfacción del alimento, el descanso en una cama cálida y la protección del techo que nos resguarda deben llevarnos al contentamiento.        

La Palabra nos exhorta: «Pero la piedad es una gran ganancia, cuando va acompañada de contentamiento; porque nada hemos traído a este mundo, y sin duda nada podremos sacar. Así que, si tenemos sustento y abrigo, contentémonos con eso» (1 Timoteo 6:6-8). 

Desechemos la ostentación y vivamos de forma sobria y sencilla. Volvamos a lo esencial que nos es dado por misericordia y agradezcamos cada dádiva. Que no se quede en una moda o en una estrategia pasajera en tiempos de escasez. Esta es la forma de vida que debemos mostrar siempre y que el virus se encargó de recordarnos. 


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