Como padre, ¿eres líder?
Es indispensable que los hombres retomen la autoridad en sus hogares
Por Isaí Carrillo
¿Cuál dirías que es la crisis más grande que enfrenta el mundo actual?
Podría ser la pobreza, las catástrofes ecológicas, el terrorismo o la drogadicción. Por mi parte creo que la crisis de la familia es la más alarmante de todas. Produce más dolor que ninguna otra. En forma global, es directa o indirectamente la fuente de muchas tragedias. Los sociólogos, psicólogos y religiosos coinciden en que la familia, como hoy la entendemos, está en uno de sus peores momentos.
¿Quién es culpable del problema? Aunque sabemos que cada miembro de la familia tiene una función que cumplir para el buen desarrollo del hogar, creo que los varones como esposos y padres, son claves en el problema. Ellos deben ser los líderes. Sin embargo, esto es uno de los puntos que cuestionan los nuevos modelos familiares. ¿Es necesario un líder o debe la familia funcionar como una democracia en todos los aspectos?
La crisis en el mundo se debe a la crisis en el hogar. Me atrevo a decir que los problemas en familia se originan en la falta de liderazgo de los varones. Cualquier organismo perece sin dirección. El principal detonador es la falta de un buen liderazgo.
Todo empieza en la familia. Sin un líder efectivo, alguien que modele, enseñe y oriente desde los primeros años, cada individuo estará más cerca del fracaso en todas las áreas de su vida. Al respecto nos dice James Dobson: «La responsabilidad fundamental de proveer autoridad en el hogar ha sido asignada al hombre… y cuando los padres no ejercen el liderazgo, algunos niños se vuelven extremadamente ofensivos y desafiantes».
Si a esto aumentamos la enorme cantidad de información que reciben los hijos, especialmente de algunos programas de televisión e internet, los cuales fomentan conductas violentas y rebeldes, podemos explicar la anarquía que reina en los hogares contemporáneos.
Contrario a lo que se podría pensar, las reglas claras y congruentes para los hijos no sólo son necesarias sino que ellos mismos las desean. Les ofrecen seguridad, lo cual fortalece su autoestima. Cuando un niño conoce los límites, se determina también su forma de enfrentarse a la vida. Su sistema de valores descansa en fundamentos firmes.
No obstante, muchos hombres han perdido su autoridad. El machismo y la anarquía que dejaron a la mujer relegada y menospreciada, ocasionaron esta aversión al liderazgo masculino. Es indispensable que los hombres retomen la autoridad en sus hogares y lo hagan con integridad y sabiduría.
El liderazgo varonil no debe ser opresivo sobre la esposa ni los hijos; por el contrario, debe ser una forma más de mostrar amor. No buscando sólo una satisfacción personal, sino la provisión y cuidado de la familia.
El liderazgo según Dios
¿Debe un esposo ofrecer dirección a la esposa, además de a sus hijos? Esta postura no es popular en nuestros días, pero está claramente expuesta en la Biblia: «El marido es cabeza de la mujer, así como Cristo es cabeza de la Iglesia» (Efesios 5:23a).
Varón, recuerda que la encomienda está puesta sobre tu vida. Dios te pedirá cuentas como lo hizo con el sacerdote Elí; tanto él como sus hijos perdieron la vida porque como padre, Elí no los corrigió. Si el hogar pierde el rumbo, el varón será el culpable, no la esposa.
Desgraciadamente, el nuevo modelo de mujer impulsado por el feminismo, ataca el concepto de autoridad masculina. El hombre que intenta ejercer su liderazgo en casa, puede ser tachado de retrógrado y macho.
Las familias cristianas quedan como el jamón del sándwich. Por un lado deben responder al modelo bíblico y por otro, son bombardeadas con conceptos humanistas y materialistas. ¿Qué hacer? La tasa de divorcios en hogares cristianos es casi igual que la que registran los matrimonios seculares. ¡Hasta este grado los valores del mundo se han infiltrado en nuestras familias!
Su principal encomienda
Cuando pensamos en un líder de familia, se viene como avalancha una larga serie de responsabilidades por cumplir. Son tantas que muchos hombres se limitan a tomar una sola y nada más: la provisión. El padre dedica de ocho a doce horas diarias al trabajo, y a la vez se olvida de la relación con la esposa, el cuidado y enseñanza de los hijos y la atención espiritual a la familia. Sin embargo, se siente satisfecho cuando entrega el sueldo en casa.
Se cuenta la historia de un niño que ahorró por meses sus domingos y cuando había juntado lo que creyó suficiente, le preguntó a su papá:
—¿Cuánto ganas en una hora en tu trabajo?
Un tanto consternado, el hombre replicó:
—¿Por qué te interesa saber eso?
—Bueno, con lo que he juntado de mis domingos, creo que podría comprar algunas horas de tu tiempo esta semana.
Esta anécdota nos recuerda lo complejo de la labor del padre. ¡Qué fácil es perder el equilibrio!
Aun considerando que él realice un respetable papel como proveedor, cuidador, esposo amoroso y modelo para los hijos, sigue existiendo un vacío con marcas de eternidad. ¿Cuál es entonces la labor central de un líder de familia? Ser un guía espiritual. Es imperativo que dirija a su familia hacia la voluntad de Dios. ¡Nada es más importante!
Esta tarea puede compararse con lo que hizo Juan el Bautista con el pueblo de Israel. Se portó como padre espiritual al «preparar el camino» de la gente para recibir a Jesús. Debía allanar, quitar estorbos e impulsar el trabajo de Jesús. Asimismo nosotros debemos hacer lo mismo con nuestra esposa e hijos. Quitemos los estorbos que obstaculizan el acercamiento de nuestro hogar a Dios; sean anímicos, de tiempo, económicos o racionales.
Cómo hacer crecer el hogar
Entre más me empeño en cumplir íntegramente con mi papel de padre y esposo, más me doy cuenta de lo arduo que es este rol. Por eso muchos varones se han desanimado. Dirigir a una familia hacia la voluntad de Dios, más que un trabajo, es un arte. ¿Cómo lograrlo?
En primer lugar, sujetarnos al Creador y depender de él, reconociendo nuestra incapacidad. Él suplirá lo que haga falta.
En segundo lugar, dar prioridad a cuatro tareas: reconciliar, restaurar, educar y proteger.
Reconciliar a tu familia con Dios y, después, unos con otros.
Restaurar las áreas dañadas, vigilando que el diablo como enemigo de la familia no logre «robar, matar y destruir» de acuerdo a su objetivo.
Instruir a tu esposa e hijos en los principios de Dios.
Proteger a los tuyos de las amenazas humanas y espirituales.
Ninguna crisis es mayor que la de la familia moderna y como varones, tenemos la encomienda de ser líderes del hogar. El mundo requiere de hombres fieles que mantengan su barco a flote. Nuestra esposa vivirá más feliz si sabe que su esposo está comprometido con su hogar y los hijos podrán ser entrenados para una vida de verdad exitosa, si su padre les dirige bajo el consejo de Dios.
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