Enfrenta su adolescencia

Foto por Erick Torres

Cómo ser líder de la familia cuando se tienen hijos adolescentes

Por Jaime Rivera Prieto

Es inquietante tener adolescentes en casa, porque este periodo tiene fama de ser muy difícil. Quienes ya tuvimos adolescentes recordamos el gran desafío que significó. Y es que los jóvenes atraviesan una etapa de búsqueda de identidad, para lo cual empujan los límites a fin de probar su nueva condición. 

También se enfrentan a modelos falsos de la cultura, el entretenimiento y las amistades. Todo esto crea un desafío enorme para que los guiemos como lo hacíamos antes.

El problema de fondo es que durante este tiempo usualmente nos concentramos en ellos, cuando el enfoque debe estar en nosotros como líderes del hogar. Somos los padres los que generamos el problema, cuando no los guiamos de la manera correcta. 

Nuestro papel no desaparece cuando los hijos dejan de ser niños. Muchas veces escogemos renunciar al liderazgo, solo porque en esta edad las circunstancias son más exigentes. Reflexionemos y asumamos de una vez nuestra responsabilidad. 

He aquí algunas herramientas prácticas para esta etapa:  

1.  Generemos la confianza por medio de la amistad sincera. Es de vital importancia que nuestros hijos nos vean como el líder que los entiende, alguien a quien pueden hablarle con franqueza en comunicación íntima y que tengan la certeza de que serán comprendidos. 

Hablemos de nuestras luchas, de lo que valoramos al tomar decisiones e incluso de los errores que hemos cometido y cómo nos arrepentimos de ellos. 

Así, cuando algo les suceda, encontrarán el camino allanado para abrirse y  hablar con sinceridad en un ambiente de cariño y seguridad.

2. Reforcemos la comunicación efectiva. Ellos tienen preguntas vitales para las grandes decisiones en sus vidas. Cuando eran pequeños, sus preguntas eran más triviales, ahora son existenciales. 

No nos asustemos, más bien escuchemos con paciencia y atención, y busquemos sabiduría de Dios para responder.  Sobre todo, mantengamos siempre abierto el canal de comunicación.

3. No dejemos de disciplinar. Si bien este concepto está normalmente cargado de una connotación negativa, la verdad es que la disciplina es el acto de amor por excelencia. 

Debemos aplicarla de la forma apropiada, según la edad, pero nuestros hijos necesitan saber que los amamos tanto, que no deseamos que hagan el mal y sigan su camino sin pensar en las consecuencias. 

Lo anterior les proveerá de la seguridad que requieren para seguir su desarrollo. No dejemos la instrucción en otras manos. Nuestros hijos son de Dios y algún día tendremos que responder ante Él por ellos. Están bajo nuestra guía, cuidado y protección. Asumamos la dirección con comunicación efectiva y límites sabios. 


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