Honrando la memoria de mi madre

Foto por Erick Torres

La actitud de mi madre, de tener un corazón perdonador, produjo buen fruto a su tiempo

Por Juan Bautista  

Mi madre nació a la orilla del río Papaloapan en el estado de Veracruz. Creció en situación de pobreza, por lo que apenas aprendió a leer y escribir. Ella fue la mayor de una familia de doce hijos. Se casó con mi padre a los diecisiete años y procreó siete hijos.

Siempre he pensado que fue una mujer muy fuerte y valiente, porque enfrentó la muerte muchas veces: la de seis de sus hijos, la de sus padres y la de ocho de sus hermanos.  También experimentó el dolor de la muerte de su matrimonio, porque cuando yo tenía unos cinco años de edad, mi padre se separó de ella.

En medio de esta situación, se podía esperar que mi mamá fuera una mujer amargada, derrotada o acabada, pero no fue así. Mi padre, aunque ya se había casado por segunda vez, la visitaba con frecuencia, pues ella vivía con mi abuela paterna, quien nunca aprobó esa separación, por lo que siempre estuvo a favor de mi mamá.  

Ellas se llevaban bien y era muy común escucharlas contar diferentes historias con lenguaje y expresiones muy particulares del pueblo veracruzano. Eran anécdotas curiosas de la vida,  chuscas, amenas, llenas de mucho humor y risas.

Ambas eran muy buenas cocineras y tenían una mente muy clara y privilegiada, pues recordaban cosas y datos exactos de mucho tiempo atrás; pero lo que más disfrutaban era estar rodeadas de gente en casa, contándoles sus relatos.

Vivieron juntas hasta la muerte de mi abuela. 

Cuando mi padre visitaba a la abuela, mi mamá lo trataba bien, con mucho respeto y amabilidad. Parecía que él buscaba un refugio, un lugar para tener largas pláticas. Supongo que su segundo matrimonio no fue muy exitoso, pues siempre recuerdo sus frecuentes comentarios expresándose arrepentido del divorcio con mi mamá. 

La actitud de mi madre de tener un corazón perdonador, a pesar de mostrarse fuerte ante la adversidad, produjo buen fruto a su tiempo. Siempre que la escuchaba decir algo relacionado con el nuevo matrimonio de mi papá, no había una pizca de resentimiento. Por el contrario, expresaba que lo perdonaba. Aunque mi madre siempre manifestaba que no podría regresar con él.

Tuve cinco medios hermanos del segundo matrimonio de mi padre. Mi mamá me insistía en que debía procurar tener una buena relación con ellos. Recuerdo sus palabras: «Tienes que buscar y llevarte bien con tus hermanos, porque son tu familia y ellos no son culpables de nada»

Pasaron muchos años antes de tener una relación con ellos, pues por mucho tiempo solo nos veíamos y saludábamos de lejos.

Al ser hijo único, mi mamá comentaba que solo pedía a Dios que le permitiera verme crecer, después, que pudiera verme terminar mis estudios y luego verme casado. Dios le concedió incluso más de lo que ella pidió, porque además conoció a dos nietos y presenció el matrimonio de uno.

Algo grandioso que Dios hizo de manera sobrenatural, fue que mi abuela paterna se convirtiera a Cristo a través de mi hija de seis años. Después mi madre también se convirtió a través de mi suegro, y me tocó el privilegio de bautizarla por inmersión. Tiempo después, mi padre recibió a Cristo a través de mí, días antes de su fallecimiento.

Ante la muerte de la segunda esposa de mi papá, quien falleció siendo aún joven, Dios permitió un acercamiento de mis medios hermanos con mi madre de manera muy especial. La visitaban, le regalaban cosas, la trasladaban a diferentes lugares, comían en casa, tenían una excelente relación afectiva y se notaba que mi madre sentía lo mismo por ellos. A mí, esto me agradaba mucho.

Algo ocurrió después de la muerte de mi padre, porque desde entonces hubo una conexión importante con mis cinco medios hermanos. Ahora nos vemos algunas veces junto con sus hijos, sin reclamos, con buena plática y actitud positiva. Creo que en gran parte fue por la intervención de mi madre.

Otra acción valiente que me sorprendió mucho de mi madre, fue que me pidió que la ayudara a salir del pueblo pequeño donde vivió la mayor parte de su vida, para establecerse en Xalapa. Según me dijo, decidió hacerlo porque mi papá siempre quiso vivir ahí. 

Adquirimos una casa pequeña y cómoda, como ella quería. Allí vivió durante 22 años y disfrutó de paz y tranquilidad, cerca de algunos familiares. Tuve la oportunidad, como hijo único, de proveer para todas sus necesidades, hasta su partida.

Murió en buena vejez y curiosamente en sus últimos momentos no se pudo localizar a ningún doctor ni ambulancia, por lo que falleció en casa con la familia, de la manera que ella pedía. 

La noche de su funeral, rodeado solo de familiares, agradecí a Dios por ser su hijo y honré su memoria como una mujer humilde, de poca preparación, pero que fue un ejemplo de valentía, de tenacidad y de un corazón perdonador, sin rencor. Dios le concedió siempre más de lo que pidió y lo más glorioso: la vida eterna.

Creo en que nos veremos otra vez, cuando ambos estemos en la presencia de nuestro Señor Jesucristo.

La vida de mi madre, me hace recordar:

«Así que no nos cansemos de hacer el bien. A su debido tiempo, cosecharemos numerosas 

bendiciones si no nos damos por vencidos» (Gálatas 6:9, NTV).

Dios permitió ver cumplida esta promesa en mi madre y muchos fuimos bendecidos a través de ella.


Tal vez también te interese leer:

Amar con las manos   (Lo que los hijos necesitan)

Cantidad y calidad  (En cuestión de hijos ambos son importantes)

6 llaves prácticas para cuidar a tus hijos   (Considera estos consejos)

Mis padres ya no pueden cuidarse solos   (Cómo lidiar con esta época de la vida)

Estoy disfrutando mucho la cuarentena    (Escucha lo que una niña piensa de la pandemia)

Mi papá, una luz de neón   (El testimonio de un padre y el amor de su hija por él)

A mi padre  (Reconocimiento de una hija a su padre)

Amando a nuestros abuelos en la pandemia   (Consejos prácticos)

Consejos para cuando llegue el momento de cuidar a nuestros padres   (Sigue los consejos)

Anterior
Anterior

Enfrenta su adolescencia

Siguiente
Siguiente

Francisco Morazán