Las consecuencias de un padre ausente 

Al ser padres, adquirimos una responsabilidad única y de gran trascendencia

Por Luis Felipe Cetina Quijano

Hace unas semanas, conmovió al mundo la noticia de la monstruosa muerte de diecinueve niños y dos maestras a manos de un joven de 18 años en Texas, Estados Unidos. No solo agredió a estas personas inocentes sino a su propia abuela, lo que nos ilustra un gran deterioro de la unidad familiar.

Unos días después de la masacre, se publicaron los comentarios del padre del joven. Con enorme pesar dijo: «A quién debió dispararle fue a mí», «Yo estuve ausente mucho tiempo de él». La falta de atención y guía, así como el apoyo para afrontar el bullying que su hijo sufría en la escuela fueron el detonante. Si bien, hay muchos elementos causales en esto, me enfocaré en el origen de esta tragedia: ¡la ausencia del padre! 

Desde el principio Dios nos ha dado una encomienda y gran responsabilidad a los padres. Además de proveer para las necesidades materiales de nuestra familia, somos la columna vertebral de ella y estamos encargados de establecer como fundamento los valores y mandamientos dictados por Dios para guiar a nuestros hijos por el camino correcto hacia la eternidad.

Esto debe ser valorado y reforzado a través de un comportamiento ético y honorable, ya que los padres somos ejemplo para nuestros hijos. Un padre que está alejado de Dios y ausente de su familia, generará problemas tarde o temprano, no solo a su familia sino a la sociedad.

La Biblia dice: «Instruye al niño en su camino y aun cuando fuere viejo, no se apartará de él» (Proverbios 22:6). ¿Quién va a instruirlos si el padre no está consciente de la importancia de su ejemplo? ¿Si no pasa tiempo con sus hijos ni los lleva a la iglesia y nunca ora ni lee la Biblia en casa?

Quisiera revisar algunos ejemplos que nos pueden ayudar a identificar posibles causas de estas tragedias, muchos de ellos relacionados con la falta o carencia de un buen padre.

1. Jóvenes embarazadas, sin pareja porque el varón desapareció.

Un hijo es una gran bendición cuando se hacen las cosas adecuadamente en su momento y forma. En estos casos hay una doble responsabilidad tanto del padre de la jóven como del papá del muchacho. En ambos casos la falta de atención y comunicación, pero sobre todo la falta de temor a Dios, originan que los hijos actúen sin ninguna restricción y sin entender que cada decisión que se toma en la vida, ya sea buena o mala, siempre tiene consecuencias.

No se trata de inspirarle miedo al castigo divino como motivación para alejarse de ciertos comportamientos. Es mostrarles cómo establecer una relación personal con Dios para que entiendan lo importante del respeto, la reverencia y la obediencia a su Palabra. 

El sexo es como un cuchillo que, si no se sabe utilizar, puede dañar y afectar toda la vida. No hubiera sucedido lo mismo con la jóven embarazada y su novio, si sus padres les hubieran enseñado y preparado sobre las implicaciones y consecuencias del sexo fuera del matrimonio, porque para todo hay un momento.

Por otro lado, ya embarazada la chica, el padre del joven debería hacerle responder por sus actos, aceptando y apoyando la llegada de ese nuevo ser. La decisión de huir como nuevo padre, tendrá devastadoras consecuencias para cada uno y para la sociedad.

2. Maltrato a la pareja o novia.

En la Biblia está escrito cómo debemos tratar a las mujeres: «Maridos, amad a vuestras mujeres, así como Cristo amó a la iglesia, y se entregó a sí mismo por ella» y «Así también los maridos deben amar a sus mujeres como a sus mismos cuerpos. El que ama a su mujer, a sí mismo se ama» (Efesios 5:25 y 28).

El apóstol Pedro manda: «Vosotros, maridos, igualmente vivid con ellas sabiamente, dando honor a la mujer como a vaso más frágil» (1 Pedro 3:7).

Si nuestros hijos ven que como padres no amamos a nuestras esposas como a nosotros mismos, crecerán con una idea errónea de cómo tratar a las mujeres y repetirán el mismo patrón.

Asimismo, si dejamos que nuestros hijos vean programas o películas donde se denigra, humilla y agrede a la mujer o si escuchan música con mensajes que promueven una cultura violenta y machista, estamos influenciando para mal su futuro comportamiento.

3. Padres demandados por sus hijas o esposas por conductas inmorales.

En estos días es impactante la gran cantidad de abusos que se han hecho públicos, no solo en México sino en otros países. Todos los días se reportan casos de agresión física y sexual a bebés y niñas, por parte de los mismos padres o personas cercanas.

Si debemos cuidar a nuestras esposas como vasijas frágiles, cuánto más necesitamos proteger a nuestras pequeñas, las cuales dependen totalmente de nosotros.

Al ser padres adquirimos una gran responsabilidad con nuestros hijos: proveerles de un ambiente de amor y seguridad. Debemos estar atentos en todo momento porque la agresión puede venir de quien menos pensamos. Es preferible que nos consideren anticuados y estrictos a dejarlos indefensos a merced de cualquiera. 

En ocasiones, cuando el padre está ausente, la madre busca a un nuevo compañero para intentar cubrir ese hueco. Sin embargo esa decisión puede ser contraproducente tanto para ella como para los hijos quienes probablemente serán maltratados. En muchas de estas historias, los mismos padres o agresores sufrieron abuso siendo niños y ahora repiten el mismo patrón. 

4. Hijos que son ladrones y delincuentes. 

Un gran generador de problemas de seguridad y violencia en nuestra sociedad proviene precisamente a consecuencia de la falta de entendimiento de los jóvenes sobre lo que implica traer un hijo al mundo.

Vemos con tristeza que cada vez hay más chicas embarazadas a más corta edad, ¡algunas desde la educación primaria! Es un cambio drástico en sus vidas porque no están preparadas ni física ni emocionalmente para ser responsables de un nuevo ser, pues ellas mismas aún están en crecimiento.

Lo mismo sucede con los chicos que no saben cómo cubrir las necesidades físicas, afectivas y psicológicas de su pareja y de su bebé. Lo más común es que se aparten y huyan de esa gran responsabilidad.

Entonces la madre debe trabajar fuera de casa para cubrir las necesidades de sus hijos y los deja, en el mejor de los casos, con sus abuelos. Si estos no están disponibles, lo más probable es que crezcan con amistades en la calle, expuestos a influencias y riesgos muy fuertes.

La cadena de violencia que hoy enfrentamos por parte de jóvenes que ya no tienen respeto por nada ni nadie, es una combinación de los factores arriba expuestos.

Es evidente que no hubo quien les enseñara el valor del trabajo honrado, el respeto por lo ajeno y el amor por los demás. No se saben amados. Recuerdo el impactante reportaje de un asaltante que fue asesinado durante un intento de robo. El reclamo de su madre era: «¿Por qué me lo mataron? Él era bueno, solo salía a robar». ¡Qué incongruencia!

Cuando el padre está ausente, no solo pone a su familia en una situación precaria, sino que deja un mensaje muy doloroso para cada uno de ellos:

A la esposa : «No me importas».

Al hijo: «No significas nada».

A los abuelos:  «Tomen esta responsabilidad que no les corresponde». 

Al ser padres, adquirimos una responsabilidad única y de gran trascendencia, con grandes bendiciones, pero a la vez con grandes compromisos. Los hijos son como esos talentos que Dios nos da y por los cuales deberemos rendir cuentas. ¡Que Dios nos dé sabiduría y nos ayude!


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