Fomentar la comunicación en familia

Foto por Diana Gómez

Foto por Diana Gómez

Actividades para poner en práctica

Por Jaime Rivera Prieto

Un viejo proverbio popular dicta que: «Hablando se entiende la gente». Pero es curioso que, en la época en que existen mayores vías para comunicarnos, parece que menos conversamos y menos nos entendemos.

La tecnología ha penetrado tanto en la familia, que en la mayoría de los hogares existe señal de internet; junto con varios dispositivos móviles, a veces por persona, que multiplican los mensajes instantáneos con cientos de contactos. Incluso es común tener un chat grupal de la familia.

Celebro el ingenio que agilizó las comunicaciones, sin embargo es cierto que las familias están más distanciadas y son menos comprensivas; parece que ahora ya no se entienden. Las conversaciones con personas fuera de la familia toman un lugar predominante provocando que la confianza, la unión y la relación familiar se erosionen.

Mi intención es que pongamos en práctica de maneras creativas y consistentes el proverbio citado al inicio. Crear estos espacios para conversar de frente con los miembros de la familia, generará un verdadero entendimiento de lo que vive cada uno; permitirá una sana discusión de ideas y resultará en mayor unidad para buscar soluciones a los obstáculos que atravesamos en el día a día. 

En mi familia tenemos las siguientes actividades que han resultado útiles para promover la comunicación.

1.Un tiempo de comida.

Una vez al día, ya sea en el desayuno, la comida o la cena, nos sentamos a la mesa sin aparatos móviles. Eso permite que conversemos y compartamos experiencias enriquecedoras. Me da la oportunidad de conocer mejor a mi esposa e hijos y yo les comparto sobre mis luchas y preocupaciones, lo cual me ayuda a sobrellevar las cargas. 

2. Juegos de mesa.

Durante la pandemia, hemos desempolvado los juegos de mesa. Nos divertimos tratando de averiguar la respuesta en los dibujos hechos por uno de los equipos, nos reímos al tratar de descifrar los ademanes de los competidores y hasta nos resulta agradable la tensión de ver terminarse el tiempo para responder las trivias. Es una oportunidad para identificarnos, hacer equipo y desestresarnos. Es un tiempo invaluable y abre espacios para las conversaciones de calidad. 

3. Paseos de un día.

Otra actividad que nos ha brindado momentos agradables es preparar alimentos y salir a alguno de los parques cercanos, poner un mantel sobre el césped y tener un pícnic. En ocasiones la visita es a alguna piscina local, un pueblito cerca o incluso a la playa. La sensación de prepararnos y subir al auto para viajar es emocionante y nos saca de la rutina. En el trayecto jugamos a las adivinanzas. Estas actividades  fortalecen el lazo familiar y son disfrutables aun para los adolescentes. En mi caso, tengo cuatro hijos en esa etapa. 

4. Reflexionar juntos. 

Por supuesto, uno de los momentos que más disfrutamos es cuando almorzamos juntos los domingos, pues compartimos lo aprendido en el sermón de la mañana. Esta práctica nos mantiene al tanto de las cosas que a veces dejamos de observar por las distracciones del mundo exterior, por ejemplo: las bendiciones recibidas de Dios, la seguridad y confianza que podemos experimentar en Él en medio de cualquier circunstancia y más.

Como podemos observar, no se trata de dejar de usar dispositivos para la comunicación, sino de generar conversaciones en familia que se antojen. Esto puede suceder incluso a través de aplicaciones que nos permitan jugar juntos. 

Son ideas sencillas y prácticas, quizá hasta obvias, pero recordemos que lo valioso no es saberlas, sino experimentarlas. Ganemos como familia. Hablemos entre nosotros, que así nos entenderemos. 


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