El consejo del aviador

Foto por Luis Caballero

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¿Qué tan importante puede ser un consejo?

Por Rafael Calderón Abarca

Nació en las praderas de un pueblo costarricense llamado Puriscal. Con tan solo nueve años quedó huérfano de padre. Debido a sus escasos recursos y siendo hijo único, se mudó a la capital de Costa Rica junto con su madre, en busca de oportunidades para subsistir.

Siendo solo un adolescente empezó a trabajar en el antiguo aeropuerto situado en el Parque Metropolitano, limpiando los aviones en reparación. Estando allí, aprendió un poco sobre la aviación y conoció a varios pilotos.

Al caer las noches, ya cansado del quehacer diario, aprovechaba para bombardear a los pilotos con sus preguntas. De vez en cuando, mientras limpiaba las aeronaves, se sentaba en la cabina y tomaba el timón. A veces se quedaba dormido sobre él y soñaba que surcaba los cielos alrededor del mundo.

Una de esas noches, un piloto ya entrado en años, muy serio y de gran experiencia fijó su atención en el pequeño muchacho y le explicó algunos principios de vuelo. 

Entre ellos le comentó: «¿Sabes que los aviones se dirigen ajustando grados? Esto es porque en el cielo no hay semáforos, señales de tránsito ni carreteras. Así que programamos los grados norte, sur, este y subsiguientes, para que la aeronave llegue a su destino. Pero si fallamos en una pequeña porción de un grado, aunque parezca insignificante, a lo largo de los minutos de vuelo nos desviaremos de nuestro destino y llegaremos a otro lugar». 

El chico se asombró: «¡Qué peligroso que algo tan pequeño pueda desviar por completo el curso trazado!».

Aquel muchacho no llegó a ser aviador pero siempre recordó esa enseñanza. Hoy tiene 77 años y es mi padre. Nos enseñó que en el viaje de la vida, debemos procurar no desviarnos ni un grado para llegar al destino planeado. Nuestros principios y valores siempre deben guiarnos. No debemos permitir pequeños deslices o errores, pues con el paso del tiempo se generará un abismo entre lo que deseamos ser y lo que realmente somos.

Me enseñó a mantenerme firme y derecho, y a trabajar y programar los grados necesarios en todos los aspectos de mi vida. Tal vez no me heredó una gran riqueza material pero sí una fortuna con su ejemplo de vida, basado en lealtad, honradez y perseverancia. Todo gracias al consejo del aviador.


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