Calacas y monstruos en la oscuridad

Foto por Sergio Mendoza

Foto por Sergio Mendoza

Mi imaginación era tan activa que, cerrando o abriendo los ojos, veía calacas y monstruos

Por José Arturo Del Rivero

¿Cuál es el peor temor que puede tener un niño en la noche? Para mí, fue la oscuridad.

Todavía recuerdo, a los ocho años, escurrirme a medianoche desde mi cuarto al de mis padres y escuchar a mi papá rezongar a mi mamá por dejarme subir a la cama.

Ellos habían intentado de todo para que los dejara dormir en paz: que mi madre me acompañara a mi cama hasta quedarme dormido, contarme historias bíblicas, dejarme una lámpara prendida, memorizar textos bíblicos y también, regañarme. Pero siempre había el mismo resultado; verme parado en la puerta de su cuarto esperando mi salvación, que me dejaran entrar a sus sábanas.

No podía evitarlo. Mi imaginación era tan activa que, cerrando o abriendo los ojos, veía calacas y monstruos por todo mi cuarto, volando sobre mi cabeza. Por eso, mi única opción era reaccionar con una deshonrosa huida.

Una noche, mi madre cansada de esta situación, me enseñó un nuevo versículo para esos momentos de temor: «Jehová de los ejércitos, dichoso el hombre que en ti confía» (Salmo 84:12). Lo repetimos unas cuantas veces y se fue.

Lo dije una y otra vez en voz baja, pero aun así las visiones no dejaban de aparecer y volví a mi rutina nocturna de molestar a mis padres. Mi mamá no me dejó entrar y regresamos a mi cuarto.–¿Qué fue lo que pasó, hijo? – me dijo mientras me arropaba en la cama.–Lo estuve repitiendo y no funciona – le contesté con un tono de reproche.–Es que no debes de decirlo como si fueran palabras mágicas. Trata de entender lo que dice. Dios tiene ejércitos poderosos que nos defienden. Entonces, nosotros solo debemos confiar en que Él nos librará de cualquier peligro–. Me besó la frente y apagó la luz. Esa fue la última vez que tuve miedo a la oscuridad.

Ahora le temo a mis propias “calacas y monstruos” de adulto. Tengo deudas, incertidumbre por la pandemia y dudas sobre tomar las decisiones correctas para mi vida.

Sin embargo, he vuelto a esta promesa de Dios, que de niño me dejó dormir en paz. El Señor me recuerda que solo debo confiar en Él y así, podré disfrutar la dicha de la vida, aun en medio de la oscuridad que hay en el mundo.


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