Juan Pablo Duarte

Conoce al libertador de la República Dominicana

Por Luis D Salem

Juan Pablo Duarte (1813-1876) el libertador de la República Dominicana, aparece confortado en el destierro, sapiente en sus juicios, descansado su pensamiento en la lectura de la Biblia, «que se apoya en la fe, como la yedra en el muro».

«Lector asiduo de la Biblia, en cuyas páginas descansa todas las noches su pensamiento como la yedra en el muro». Joaquín Balaguer.

Juan Pablo Duarte, libertador de la República Dominicana, es poco conocido fuera de su patria. No obstante, es una de las más esclarecidas figuras de la independencia hispanoamericana. Muy parecido a Bolívar en su arrojo, a Martí en la bondad del corazón, a San Martín en el desprendimiento y a Hidalgo en su paciente labor de maestro revolucionario. Juan Pablo Duarte es una síntesis perfecta de las virtudes que adornaron el carácter de cada uno de los próceres que hemos mencionado. En la galería de los forjadores de nuestra independencia, el nombre de Juan Pablo Duarte es uno de los primeros.

Duarte nació en Santo Domingo el 26 de enero de 1813. Al terminar sus estudios en España, volvió a la isla nativa, entonces dominada por Haití, con el firme propósito de formar voluntades para lanzarse a la guerra en busca de la independencia nacional. Al pisar tierra dominicana venía enamorado de «los fueros y libertades de Cataluña; fueros y libertades (decía) que espero demos algún día a nuestra patria».1

Organizó una junta cuyos miembros juraban poner la vida y los bienes al servicio de la patria, hasta alcanzar la libertad. En el centro de la bandera nacional, ideada por Duarte, estaba la Biblia (todavía está allí) abierta en los santos Evangelios. Duarte fue un activo lector y consagrado estudiante de las Sagradas Escrituras.

Los amigos de la independencia se reconocían con estas palabras: Dios, Patria, Libertad.

En 1843 fracasó el golpe revolucionario. El apóstol se refugió en Venezuela desde donde siguió su lucha titánica. El 24 de febrero de 1844 las enseñanzas de Duarte dieron su primer fruto al ser proclamada la independencia. El apóstol fue nombrado presidente de la nación en Santiago de los Caballeros. El general Pedro Santana se opuso a ello, se declaró dictador y desterró, entre otros, a los generales Francisco del Rosario Sánchez, Ramón Mella y Juan Pablo Duarte, los tres héroes reconocidos por los dominicanos como padres de la patria. Duarte se encaminó a Caracas para solicitar ayuda al gobierno venezolano a fin de derrocar la dictadura. Al serle negada esa ayuda Duarte se dirigió a los llanos venezolanos donde pasó largos años consumido por la nostalgia y por su amor a la libertad. Entretanto seguía animando a los desterrados para volver al campo de lucha. Santana, después de algunos años de gobierno despótico, anexó el país a España lo cual indignó a los patriotas que volvieron a la lucha con mayores bríos. Estalló una sangrienta revolución. Duarte regresó a la patria y se puso a las órdenes de los ejércitos libertadores. Estos, teniendo en cuenta la avanzada edad del apóstol, lo enviaron al exterior con una delicada misión diplomática.

Nunca más regresó a su tierra natal. Pobre y nostálgico murió en Caracas el 15 de julio de 1876.

La Biblia

Quizá ningún país latinoamericano tenga que ver tanto con la Biblia como la República Dominicana. Marcel Bataillón nos dice que Diego Martínez de Segura, secretario de Cristóbal Colón, se residenció en Santo Domingo, y que al morir dejó varias obras de Erasmo, y que abogaba por la lectura de la Biblia en lengua popular.2 La opinión es reforzada por don José María Bueno Montreal, cardenal arzobispo de Sevilla, al decir: «Apenas iniciado el glorioso descubrimiento del Nuevo Mundo, desde esta diócesis partieron los pocos misioneros, incluso acompañando el mismo Colón en sus viajes, para dar sentido cristiano a la gran empresa del descubrimiento y llevar el conocimiento de Dios a tantos millones de almas que todavía no habían tenido la posibilidad de oír la divina palabra. En el reducido equipaje de aquellos misioneros iban ejemplares de las Sagradas Escrituras, que muy pronto empezaron a imprimirlas también en aquellas tierras vírgenes. Y el mismo Colón se dice que, ya en su primer viaje, cuando las tempestades del océano hacían peligrar sus frágiles carabelas, tomaba en sus manos un ejemplar de los Evangelios y, con ferviente espíritu de fe, leía en alta voz como el mejor remedio para aplacar las encrespadas olas, el prólogo de San Juan».3

Volviendo al caso de la presencia de la Biblia en la República Dominicana, citemos la narración que sobre este particular hace don Pedro Henríquez Ureña en su obra La Cultura y las letras coloniales en Santo Domingo, de donde don Julio Postigo tomo los siguientes dos párrafos: «D. Nicolás de Añasco, dean de la iglesia de Santo Domingo, quemó en la plaza de la ciudad 300 Biblias en romance, glosadas conforme a la secta de Lutero y otros impíos, que las halló andando visitando el arzobispado, en nombre del arzobispo. Significa profusión de ejemplares de la Biblia de Casiodoro de Reina y Cipriano de Valera».4 Lo anterior ocurrió en 1601, treinta y dos años después de la publicación de la primera edición de la Biblia de Reina. Las frases tomadas del citado libro vienen encomilladas en la obra de Henríquez Ureña quien a su vez las tomó de los escritos de Gil González Dávila.

Durante la guerra de independencia, cuando el prócer Francisco del Rosario Sánchez fue conducido al patíbulo, pidió a su amigo Antonio Madrigal que le redactara una carta, no pudiéndolo hacer el mismo a causa de la debilidad. Le dio instrucciones para su familia, después de lo cual, tomando una Biblia, repaso los Salmos, recitó el Miserere (Salmo 51) y se entregó a sus verdugos. Este amor a la Biblia dominó también el alma de Duarte. En prueba de esta afirmación podríamos citar varios hechos, pero basten las siguientes frases del doctor Joaquín Balaguer: «Por espacio de algunas semanas Duarte permanece anonadado, pero su patriotismo, purificado por el dolor, sale de aquella prueba más fuerte, más cristalino, más poderoso. Lector asiduo de la Biblia, en cuyas páginas descansa todas las noches su pensamiento, que se apoya en la fe, como la yedra en el muro, recuerda aquel pasaje donde uno de los evangelistas refiere que Jesús, devuelto a su patria después del destierro a Egipto, desaparece inesperadamente de su casa y al ser hallado por su madre que lo ha buscado con ansiedad durante varios días, habla con ella este diálogo: “¿Porque lo has hecho así con nosotros? Mira que tu padre y yo, angustiados, te buscamos. —¿Porque me buscaréis? ¿No sabíais que debo ocuparme de las cosas de mi reino?” También Duarte habría de dar contestación un día a su madre con palabras crueles pero que no serán nunca olvidadas».5

En el párrafo anterior, Balaguer se refiere a un caso en que la madre del prócer aconsejaba a su hijo desistir de la empresa. Duarte halló en la Biblia la respuesta apropiada, y la dio. Poco después la noble mujer, a petición de su hijo, vendió todos sus bienes y puso esos dineros ante el altar de la patria.

En otra ocasión, el ya citado doctor Balaguer, refiriéndose al amor que Duarte sentía hacia la Biblia, dice: «Duarte hablaba muchas veces como Jesús y muchas de sus sentencias parecen pronunciadas desde una montaña de la Biblia. En sus manifiestos políticos, aunque llenos muchas veces de conceptos vulgares, surge de improviso alguna frase con sabor a parábola, o asoma uno de aquellos pensamientos que solo suelen brotar de los labios de esos hombres purísimos que llevan a Dios en las entrañas... Su único consuelo, si acaso hubo alguno para ese ser abnegado, fueron aquellas palabras divinas leídas por él en las Escrituras, su libro de cabecera: “Más se te retribuirá en la resurrección de los justos”» (Op. Cit. p. 188).

Terminemos afirmando que la vida, palabras y obras de Duarte se inspiran en las Sagradas Escrituras. Este libro extraordinario dio al ilustre dominicano la fuerza moral y espiritual que le hicieron poderoso en la lucha para alcanzar la libertad de su patria.

Notas:

1. Balaguer Joaquín. El Cristo de la libertad. . . Artes gráficas, Buenos Aires 1958, p. 38.

2. Bataillon Marcel. Erasmo y España. Fondo de Cultura Económica. México, Buenos Aires, 1950, p. 436.

3. Sagrada Biblia (prólogo), Editorial Herder, Barcelona, España, 1964.

4. Postigo, Julio. La Biblia en Santo Domingo (artículo publicado en La Biblia en América Latina, número 61, enero de 1962).

5. Balaguer Joaquín. El Cristo de la Libertad. Artes Gráficas, Buenos Aires, 1958, p. 97

Tomado de El Dios Escondido de los Libertadores, por Luis D. Salem, Casa Unida de Publicaciones, México, D. F., 1970.


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