Cómo ejercita tu espíritu Parte 5
La oración
Por Said R. Sabag
Cada día enfrentamos retos, algunos relativamente sencillos, otros realmente complicados. Como hombres, algunos de los más importantes son: asegurar el ingreso mínimo que requiere la familia, lidiar con los problemas de vivir en una sociedad alejada de Dios y mantener relaciones saludables con todos a nuestro alrededor.
También necesitamos cumplir con las responsabilidades de nuestra iglesia local, ser ejemplo a todos los que nos rodean (especialmente a nuestra familia inmediata), y vivir de acuerdo a los valores y principios bíblicos, entre otros.
En este sentido, es de crucial importancia prepararnos con las herramientas necesarias para finalizar el día de manera exitosa, con la satisfacción de haber superado los obstáculos que se presentaron, o por lo menos haber avanzado en la dirección correcta.
En medio de todas estas necesidades, lo mejor que podemos hacer para iniciar el día es buscar a Dios, quién es nuestra fortaleza. Dice la Biblia en el Salmo 63:1 «Dios, Dios mío eres tú, de madrugada te buscaré; Mi alma tiene sed de ti, mi carne te anhela».
La oración es la cuarta herramienta de la disciplina espiritual Lectio Divina. Las primeras tres son: Silencio, lectura y meditación. El objetivo es platicar con Dios sobre lo que nos ha revelado en su Palabra. Sin prisas, compartiendo con Él nuestros pensamientos, anhelos y necesidades. Guardando silencio y esperando a que nos conteste.
En este tiempo diario de oración, buscamos a Dios, le damos gracias por sus bondades y lo adoramos por su grandeza. Traemos delante de Él lo que está ocurriendo en nuestra vida y pedimos sabiduría para atender los asuntos que nos están quitando el sueño. Nos enfocamos en Él y experimentamos su presencia. Le pedimos que nos acompañe en todo lo que hemos de enfrentar.
La oración debe ser constante, diaria. No únicamente cuando tenemos necesidades apremiantes.
Una buena práctica es utilizar las Escrituras para comunicarnos con Dios. Nos puede ayudar a expresar lo que a veces sentimos y nos cuesta trabajo expresar.
Podemos utilizar pasajes como el Salmo 27: «Jehová es mi luz y mi salvación; ¿de quién temeré? Jehová es la fortaleza de mi vida; ¿de quién he de atemorizarme?».
Una de las razones frecuentes por las que encuentro que no nos acercamos a la oración son las expectativas que tenemos de que Dios nos responda de inmediato o lo más pronto posible. En cierta manera le ponemos límites de tiempo. Nos cuesta mucho esperar y nos desanimamos porque, en apariencia, no hay respuesta.
Debemos recordar que Dios es sabio y que responderá de acuerdo a su soberanía y cuando Él decida. Podemos atravesar los «silencios» de Dios en oración, confiando en su buena y perfecta voluntad.
Necesitamos la fortaleza de Dios para salir victoriosos de las demandas que ejercen una pesada carga que no podemos ignorar. Atravesarlas en ausencia de oración sería desastroso para el buen cumplimiento de las responsabilidades que tenemos como hombres y como líderes del hogar.
El pastor Charles Stanley dice: «Podemos estar cansados, cargados y emocionalmente perturbados, pero después de pasar tiempo a solas con Dios, nos damos cuenta de que Él transmite a nuestros cuerpos energía, poder y fortaleza».
Al terminar nuestro tiempo de oración nos sentiremos con nuevas fuerzas, llenos de la presencia de Dios, seguros de que nos acompañará en las decisiones difíciles que tomemos, listos para enfrentar cada día con sus complicaciones.
Encarnación