Cómo ejercitar mi cuerpo y mi espíritu. Parte 2 

Foto por Diana Gómez

El Silencio

Por Said R. Sabag

Actualmente tengo dos trabajadores en la azotea de mi casa. Están construyendo una barda alrededor del techo. Empiezan a las 7 de la mañana y terminan a las 5 de la tarde. Los ruidos que esta situación implica son muy molestos, perturbadores e incisivos. 

Escuchar durante la mayor parte del día el sonido del taladro, esmeril y martillo, y el golpeteo de los perfiles estructurales y más, no permite la concentración y se convierte en un distractor difícil de ignorar.

Dado que he vivido la mayor parte de mi vida en grandes ciudades, estoy acostumbrado al ruido: construcciones, carros, motocicletas, ambulancias, alarmas, vendedores y ladridos de perros. Sin embargo, cuando se agregan los trabajos de construcción dentro de la casa, ese sonido puede convertirse en algo insoportable y en un estrés adicional.

He aprendido a realizar mis actividades en medio de toda esta contaminación auditiva. Durante muchos años, he salido a desayunar con mi esposa para disfrutar un tiempo agradable, relajante, que nos permita alejarnos por un momento de los apuros cotidianos. En la medida de lo posible, buscamos lugares tranquilos, sin ruido. Pero en ocasiones, hemos tenido que retirarnos apresuradamente por la incomodidad de la estridencia a nuestro alrededor. 

Es claro que viviendo en la ciudad de México es casi imposible tener un momento a solas y en silencio. Por eso es que valoro mucho esos momentos y he tenido que buscarlos de manera intencional. El silencio me sirve para reflexionar y para buscar la presencia de Dios. 

Una de estas experiencias más preciadas ocurrió en mayo del 2010. Mi esposa y yo hicimos un viaje a Alaska y tomamos un crucero que nos llevó por varios pasajes interiores. La única manera de llegar es por barco. Son escenarios de una belleza impresionante que invitan a reflexionar en la grandeza de Dios y en las maravillas de su creación.

El recorrido incluyó la visita a una zona ecológicamente protegida, donde se puede disfrutar de la naturaleza en todo su esplendor. El crucero debe moverse lentamente para evitar la generación de olas. La circulación de las naves está restringida, de tal manera que hasta que no se retire el barco en turno no se permite la entrada de otro. Una vez alcanzado el lugar más silencioso del recorrido, se apagan los motores y se invita a los pasajeros a subir a la cubierta y disfrutar las maravillas naturales en un ambiente completamente silencioso. 

Se pide guardar un minuto de silencio. Los 6000 pasajeros y 1500 tripulantes se unen en este momento. El silencio es impresionante, inigualable, impactante. Es una experiencia única. El silencio habla de la grandeza de Dios y su presencia se siente de una manera real y cautivante.

No siempre tenemos al alcance este tipo de experiencias. Lo que sí está en nuestras manos es la oportunidad de ser intencionales en buscar espacios que nos permitan tener tiempos en silencio para estar a solas con Dios, sin interrupciones.

La primera parte de la Lectio Divina es el silencio. El objetivo es prepararse para un encuentro con Dios.

Si dedicamos cinco minutos a solas, en silencio total, logramos tranquilizar la mente, eliminar la ansiedad y el estrés, cambiar la irritabilidad por actitud positiva y controlar la presión arterial. «Estad quietos y conoced que yo soy Dios», dice el Salmos 46:10.

No es fácil permanecer en silencio durante cinco minutos. No estamos acostumbrados, por lo que se requiere un esfuerzo de nuestra parte para lograrlo.

Haz tiempo esta semana para estar en silencio. Apaga todos los dispositivos. Desconéctate de todas las distracciones de alrededor. Únicamente debes estar tú, sentado y dispuesto a abrir tu corazón, espíritu, mente y cuerpo para escuchar la voz de Dios. Será el inicio de un tiempo edificante. 

Mi experiencia de un minuto de silencio total en el crucero me hizo desear mucho más el buscar oportunidades similares. La presencia de Dios fue tan real, que estoy convencido de que vale la pena cultivar la disciplina del silencio. 


Tal vez también te interese leer:

Anterior
Anterior

Cómo ejercitar mi espíritu. Parte 3 

Siguiente
Siguiente

Cómo ejercitar mi cuerpo y mi espíritu