Cómo ejercitar mi cuerpo y mi espíritu

Foto por Diana Gómez

Sigue los consejos

Por Said R. Sabag

Nunca me imaginé que a finales del 2023 lo que pensaba acerca de mi condición física cambiaría radicalmente.

Crecí siendo muy disciplinado en el deporte. El béisbol era parte importante en mi vida y no concebía una sola semana sin participar en dos o tres juegos. Llegué a jugar a un nivel muy competitivo, al grado de ser tomado en cuenta en selecciones nacionales. Aun casado, continué jugando durante muchos años. Sin embargo, no con la frecuencia e intensidad a la que estaba acostumbrado. 

El deporte siempre se me ha dado de forma natural y mi salud física siempre ha sido buena. En la actualidad (tengo más de 60 años) sigo activo y salgo a correr todas las mañanas. 

Con el paso de los años, como es natural, lo anterior fue cambiando poco a poco. Sucedió de manera gradual, sin una época o evento determinado, por lo que nunca reflexioné acerca del gran impacto que tiene la edad en el cuerpo, hasta diciembre del 2023.

Una mañana después de salir a correr, mientras me estaba vistiendo, sufrí un desmayo (los médicos lo llaman síncope). Primera vez en mi vida. Me costó mucho trabajo asimilarlo. Fue necesario consultar a un cardiólogo para que me ayudara a entender lo que esto implicaba.

La revisión, aunque fue bastante detallada, fue sólo el primero de varios pasos. Querían descartar cualquier enfermedad de riesgo. No era la forma en que quería iniciar el año. Sin embargo, este evento me obligó a proponerme ser más disciplinado y estar más atento a lo que sucede en mi cuerpo. 

Mi situación física me hizo pensar,  entonces ¿qué hay del espíritu? Es raro que aparezca como prioridad en la vida mejorar las disciplinas espirituales. Quizá porque no entendemos en su totalidad que el ser humano se compone de espíritu, alma y cuerpo. Además que es igual de importante, cuidar tanto el cuerpo como el espíritu para gozar de una vida sana.

Las disciplinas espirituales son aquellas prácticas centradas en la Biblia. Éstas promueven el crecimiento espiritual para los creyentes en el evangelio de Jesucristo.

Es importante que se centren en Jesucristo y en la Biblia. También que tengan como propósito profundizar en su relación con Dios y crecer en la semejanza a Jesucristo. La Biblia recomienda las siguientes disciplinas: 

  1. Estudio de la Palabra de Dios.

  2. Oración.

  3. Adoración.

  4. Evangelización.

  5. Servicio.

  6. Mayordomía.

  7. Ayuno

  8. Silencio. 

  9. Retiro. 

  10. Escribir un diario. 

  11. Y aprendizaje, entre otros.

Hay disciplinas espirituales personales e interpersonales. Algunas se practican a solas, como el escribir un diario, el retiro y el ayuno.

Otras por su naturaleza son congregacionales, como fraternizar, alabar a Dios junto a otros, escuchar la predicación de la Biblia y la Cena del Señor. Somos individuos, pero también somos parte del cuerpo de Jesucristo. El crecimiento se obtiene tanto con las disciplinas personales, como con las interpersonales.

La palabra disciplina viene del griego «gumnasia» que significa ejercitar o disciplinar. 1ª de Timoteo 4:7 dice en la versión Reina Valera 60, «Ejercítate para la piedad» y en la Nueva Traducción Viviente, «Entrénate para la sumisión a Dios».

Las disciplinas espirituales son ejercicios espirituales. El ir a un lugar favorito a orar o escribir en el diario es equivalente a ir a un gimnasio a levantar pesas. Las disciplinas físicas estimulan la fuerza corporal. Las espirituales promueven la piedad o la sumisión a Dios. El máximo beneficio se obtiene cuando ambas se atienden de manera integral.

El concepto de disciplinas espirituales se atribuye al monje italiano Benedicto (480-550 DC), iniciador de la vida monástica en Occidente.

La Lectura divina, (Lectio Divina en latín) es una de las herramientas para practicar las disciplinas espirituales. Existen varias propuestas para la aplicación de esta poderosa herramienta. Una de ellas incluye los siguientes seis pasos secuenciales: 

  1. Silencio. 

  2. Lectura de un versículo o una porción bíblica.

  3. Meditación, 

  4. Oración.

  5. Contemplación (buscar la presencia de Dios) 

  6. Encarnación (aplicación).

Recordemos la gran diferencia que existe entre leer o escuchar la Biblia y meditar en ella. Leerla es exponerse a ella, sin embargo no es suficiente. Es como cuando la lluvia cae sobre tierra dura: la mayor parte del agua se escurre y no penetra.

Meditarla implica abrir el suelo del alma, lo cual permite que el agua, que es la Palabra de Dios, se filtre profundamente y resulte en prosperidad espiritual y transformación.

Este año estoy dispuesto a mejorar mi salud física y espiritual. Atenderé más mi salud física, forzado por lo que me ocurrió. Mi salud espiritual la cuidaré practicando de manera voluntaria e intencional las disciplinas espirituales. No quiero esperar a que suceda algo que me obligue a hacerlo. 

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