¿Cómo ejercitar tu espíritu?  Parte 6 

Foto por Diana Gómez

Contemplación

Said R. Sabag

Nunca olvidaré aquella ocasión en que regresamos de visitar las pirámides de Teotihuacán. Había sido un día caluroso y cansado. En el camino de regreso, la carretera se erguía interminable frente a nosotros.

De pronto apareció un doble arcoiris completo en el horizonte. Boquiabiertos, nos orillamos y nos bajamos del auto para contemplar la majestad del espectáculo que Dios nos ofrecía. Alguien comenzó a tararear la melodía del himno Cuán grande es él y todos nos unimos en el coro. Al terminar el canto, volvió el silencio cargado de asombro. Nadie se movió. Nos quedamos ahí hasta el crepúsculo, contemplando las maravillas de Dios en la creación.

La quinta herramienta de la disciplina espiritual Lectio Divina es la contemplación. Se trata de permanecer en la presencia de Dios de manera intencional. Descansar en Él, en su amor y en su voz que nos habla. Gozar de la intimidad con él, adorándolo sin prisas ni distracciones.

Normalmente la contemplación se logra después de algún tiempo a solas con Dios. Es difícil llegar a la contemplación sin haber pasado por las etapas anteriores de la Lectio Divina. El momento de silencio, la lectura de un pasaje corto de la Biblia, la reflexión sobre el texto y la oración, nos preparan para experimentar la presencia de Dios de una manera especial.

En la vida, hay muchas formas de sentir la presencia de Dios: al observar y disfrutar las maravillas de la creación, al escuchar una obra musical ejecutada con excelencia, después de una mala experiencia en la cual Dios nos libró de algún daño, una oración contestada, en la forma en que nos guía en alguna decisión importante, al pasar tiempo con otros creyentes que reflejan la vida de Jesucristo o en un hogar donde se respira paz y tranquilidad.

Adicional a lo anterior, podemos ser intencionales en buscar su presencia a través de las disciplinas espirituales.

Cuando contemplamos a Dios llenamos nuestra mente con la verdad de su Palabra y atesoramos su presencia en nuestros corazones. Pensamos profunda y detenidamente en Dios y consideramos sus atributos. Nos centramos en su grandeza y bondad.

Podemos recordar pasajes de la Biblia que nos hablan de quién es Dios y lo que ha hecho. Por ejemplo el Salmo 19:1: «Los cielos cuentan la gloria de Dios, y el firmamento la obra de sus manos», o el Salmo 90:1-2: «Señor, tú nos has sido refugio de generación en generación. Antes que naciesen los montes y formases la tierra y el mundo, desde el siglo y hasta el siglo, tú eres Dios». 

Por otro lado podemos traer a la mente muchos cantos que nos invitan a contemplar a Dios. Como éste, escrito por Jonathan, Meghan y Ryan Baird, y Stephen Altrogge:

¿Quién formó las olas al hablar?

¿Quién contó la arena en el mar?

Reyes, pueblos, tiemblan a Su voz

La creación le rinde adoración.

¿Quién le dio consejo al Señor?

¿Quién cuestiona lo que Él habló?

¿Quién al sabio Dios puede enseñar?

¿Quién comprende su gran majestad?

¿Quién sufrió los clavos en dolor?

¿Quién llevó el mal del pecador?

Jesucristo, humilde al perecer

Ha triunfado y reina con poder.

Contempla a Dios

En su trono está

Ven y adoremos

Contempla al Rey

Nadie es como Él

Ven y adoremos.

Los beneficios de contemplar a Dios son significativos. Crece el deseo genuino de honrarlo y querer vivir para él, el pecado nos duele más, y anhelamos ser transformados a la imagen de Cristo. Vemos con claridad la profunda necesidad que tenemos del Señor. Nos llenamos de apreciación y gratitud.

No es un ejercicio rápido, pero sin duda cambia nuestra perspectiva sobre Dios, sobre nosotros mismos y nuestras circunstancias. ¡Contemplemos a Dios!

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