Cómo ejercitar mi espíritu. Parte 7
Encarnación
Said R. Sabag
—Said, ¡ésta es tu oportunidad de ascender a gerente dentro del Instituto!
De inmediato volqué mi atención a lo que el jefe estaba a punto de decirme.
—Requerimos formar grupos de cada especialidad tanto en Ciudad del Carmen como en Villahermosa.
—¿De qué se trata? —le pregunté mostrando mi interés.
—Como sabes hay mucho trabajo en esas ciudades y queremos personal que esté cerca del cliente, que los pueda atender de manera directa y rápida. Si aceptas puedes escoger cualquiera de los dos lugares. Debido a tu experiencia y antigüedad te daríamos el puesto de gerente, con la posibilidad de seguir subiendo en el corto plazo.
Desde luego, la oferta era muy tentadora. Al tratarse de una empresa de gobierno, el camino para subir de puesto es bastante lento. Además, como en la Ciudad de México, se centralizan casi todos los proyectos, la competencia es muy fuerte. Muchas veces la única manera de progresar es teniendo el apoyo de alguien que se encuentra en un puesto de poder, ya sea un subdirector, director de área o el mismo director general.
—¿Cuándo tendría que decidir? —pregunté.
—Tenemos máximo dos semanas para definir a los que serán encargados de cada área y un mes para elegir al resto del equipo.
¿Valía la pena considerar esta propuesta? ¿Me llevaría a mi esposa e hijos? ¿Me iría yo solo por un tiempo para preparar el camino para mi familia? ¿La mejora económica era lo suficientemente importante como para dejar la estabilidad que teníamos en la Ciudad de México?
Todas estas y muchas otras preguntas saturaron mi mente durante los días siguientes. Era muy difícil concentrarme en algo diferente. Lo platiqué con mi esposa y le pedí a Dios sabiduría para tomar la decisión correcta.
—No voy a aceptar el movimiento, —le dije a mi jefe después de una semana.
—¿Estás seguro? Recuerda que si continúas aquí es probable que no haya promociones durante mucho tiempo y, aun así, hay otros compañeros que buscarán el mismo puesto que tú.
—Sí, entiendo. Por ahora prefiero seguir aquí —le aseguré.
Mis cuestionamientos acerca de si había tomado la decisión correcta me siguieron durante varias semanas. Quería convencerme a mí mismo de que no me arrepentiría.
En esos momentos importantes, cuando deseamos tener la certeza de que Dios nos ha guiado a tomar la decisión correcta y que no nos hemos equivocado es cuando más necesitamos sentir al Señor cerca de nosotros. Cuando las implicaciones de una decisión nos pueden llevar por caminos muy diferentes, quisiéramos tener la respuesta de Dios de una manera clara y contundente.
En la mayoría de los casos, la Biblia no es específica en cuanto a lo que debemos hacer en cada situación particular. Nos ofrece lineamientos generales que debemos seguir como hijos de Dios, pero no es puntual para responder a cada situación particular.
¿Acepto el nuevo trabajo? ¿Nos cambiamos de ciudad? ¿Me asocio con mi amigo de muchos años para invertir en un negocio? ¿Me caso con la persona de la que estoy enamorado? ¿Ayudo a mi hijo a salir de esa crisis económica que lo está arrastrando? Para responder éstas y muchas otras dudas, necesitamos discernimiento y sabiduría que sólo viene de Dios y que además no se obtiene con facilidad.
En realidad, para vivir confiados de que Dios nos dará la sabiduría que tanto necesitamos en esos momentos cruciales de la vida, nuestra relación con Él debe ser una que se ha desarrollado a lo largo de mucho tiempo.
No se obtiene de la noche a la mañana. Se logra después de muchas horas a solas con Él, de dedicarnos de manera intencional a buscarlo y a conocerlo mejor. Las disciplinas espirituales son un excelente camino para cultivar cercanía con Dios y escuchar su voz.
La sexta y última herramienta de la disciplina espiritual Lectio Divina es la encarnación. Se refiere a aplicar personalmente lo que Dios nos ha dicho a través del tiempo que hemos pasado con él; a responder a su llamado con obediencia y con acciones inmediatas, permitiendo que la Palabra produzca fruto en nuestra vida diaria, como señal de adoración a Dios.
En esta etapa, permitimos que Dios actúe en nosotros como resultado de haber estado en su presencia a través del silencio, la lectura, la meditación, la oración y la contemplación. Aquí es cuando Dios nos transforma y actúa en nosotros con poder.
Dice Pablo en su primera carta a los Tesalonicenses: «Por lo cual también nosotros sin cesar damos gracias a Dios, de que cuando recibisteis la palabra de Dios que oísteis de nosotros, la recibisteis no como palabra de hombres, sino según es en verdad, la palabra de Dios, la cual actúa en vosotros los creyentes» (1 Tes 2:13, RVR60). El objetivo final de las disciplinas espirituales es que la Palabra de Dios actúe en nosotros, que haya una transformación en la forma en que vivimos.
Cuando aplicamos lo que Dios nos ha mostrado, se notará el cambio y nuestra vida será un testimonio de que somos verdaderos hijos de Dios. No sólo nos llamaremos cristianos, sino que la gente a nuestro alrededor reconocerá que realmente vivimos para agradar a Dios.
Las bendiciones de las disciplinas espirituales las disfrutaremos cada día y se extenderán a toda nuestra familia. Nuestra esposa e hijos nos agradecerán el tiempo que dedicamos a buscar a Dios con estas herramientas. Dios nos ayudará a enfrentar todas las dificultades que se nos presenten. En las decisiones relevantes que tengamos que tomar sentiremos como Dios nos guía y nos lleva de la mano para no equivocarnos.
Todos necesitamos mucha sabiduría para dirigir nuestros pasos, todavía más como hombres. Las responsabilidades que tenemos hacen más apremiante que seamos sabios. Las implicaciones de nuestras decisiones, sobre todo si estamos casados, no nos permiten darnos el lujo de tomarlo a la ligera.
Necesitamos confiar en que lo que estamos decidiendo es la voluntad de Dios y que Él aprueba lo que vamos a hacer. Las disciplinas espirituales nos ayudan en gran manera a reducir la posibilidad de equivocarnos.
Cuando me detengo a reflexionar con relación al camino que he tomado en mi vida, puedo afirmar sin temor a equivocarme que tomé la decisión correcta en mi trabajo. ¿Fue fácil aceptar que otros subieran de puesto más rápido que yo aun teniendo menos experiencia y responsabilidad? Desde luego que no.
Sin embargo, puedo ver con claridad las bendiciones que Dios me ha dado en todos los aspectos de mi vida, las cuales en nada se comparan a la promoción profesional que pude haber logrado de haber aceptado el cambio a Ciudad del Carmen o a Villahermosa.
Por cierto, con el paso del tiempo, con tristeza supe que mis dos compañeros que tomaron los puestos de gerentes, enfrentaron problemas familiares muy serios, al grado de querer regresar a la Ciudad de México para intentar salvar sus matrimonios. El Instituto no se los permitió.
Muchas veces reaccionamos sólo cuando atravesamos una prueba que nos hace tambalear. No tiene que ser así. No esperemos a vivir una experiencia dolorosa que nos sacuda y nos haga reconocer nuestra necesidad de Dios. Busquemos a Dios de manera intencional todos los días. Aprovechemos la herramienta espiritual Lectio Divina.
Encarnación