¿Qué armadura prefieres?

Sigue el ejemplo de David

Por Javier Campos 

En la vida, todos enfrentamos gigantes: desafíos abrumadores que nos hacen sentir pequeños y vulnerables. Estos «gigantes» pueden tomar la forma de dificultades financieras, problemas de salud, conflictos emocionales o cualquier obstáculo que parezca insuperable.

1 Samuel 17 nos relata la historia del gigante Goliat y su encuentro con el rey Saúl y el joven David. Nos da una descripción de la armadura del gigante y la de Saúl, y menciona que David no llevaba ninguna. 

¿Cómo se enfrenta a un gigante sin armas? Bueno, no estaba completamente desarmado, llevaba una honda y 5 piedras. Aunque estoy seguro de que cualquiera de nosotros escogería llevar más que eso. 

Goliat, por su parte, tenía una armadura a su medida, que lo hacía sentirse seguro y confiado. Creía poder derrotar a un ejército completo y todavía más, se sentía capaz de retar al Dios de Israel. Su actitud me recuerda mucho a lo que el mundo nos ofrece. El mundo nos grita: «Con dinero, con fama, con éxito puedes lograr lo que sea. Eres invencible». 

Por otro lado, la armadura de Saúl, aunque digna de un monarca, resultó muy limitada para enfrentar al gigante. Estaba paralizado por el miedo. En ocasiones anteriores había mostrado su necedad y orgullo al querer dirigir al pueblo a su manera, sin entender que Dios era el verdadero y único rey de Israel. 

Me parece muy similar a cuando creemos en Dios, pero a nuestra manera. El enfocarnos en nuestras propias limitaciones y conceptos de lo que Dios debe o no hacer truncan nuestra fe. Cuando los gigantes aparecen, nuestros razonamientos prueban ser ineficientes y nos abruma el temor.

En cambio, David, con su fe en Dios, compartió buenas noticias al ejército de Israel. Cerró sus oídos a las amenazas del enemigo, y les recordó a todos que sólo a Dios le pertenecía la victoria. Así que el joven David, armado sólo con una honda y su fe en Dios, derrotó a un guerrero mucho más fuerte y experimentado.

Su armadura, aunque invisible, fue la más efectiva. Como dice 2 Corintios 10:4-5: «porque las armas de nuestra milicia no son carnales, sino poderosas en Dios para la destrucción de fortalezas, derribando argumentos y toda altivez que se levanta contra el conocimiento de Dios, y llevando cautivo todo pensamiento a la obediencia a Cristo».

Al igual que en la historia bíblica de David y Goliat, las pruebas de nuestras vidas no siempre se superan con las armas más poderosas o convencionales. Esta historia nos enseña que, ante las dificultades, no siempre se trata de tener la fuerza más evidente, sino de saber qué armas espirituales y emocionales podemos usar. 

Primero, la fe en el verdadero Dios; segundo, recordar cómo Él nos ha librado en el pasado; y por último el valor para enfrentar lo que nos parece imposible.


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