Más precioso que el oro
3 consejos para adquirir cualidades valiosas
Por Felipe Güereña A.
La Biblia habla de tres cosas que son más preciosas que el oro y las joyas finas: el buen nombre, los labios prudentes y la mujer virtuosa.
1. El buen nombre.
La primera, el buen nombre no se puede comprar, se gana. Hubo un caso de un joven rico que se fue y malgastó su dinero con sus amigos. Por supuesto, cuando se le terminó el dinero se le acabaron los amigos, pues el que regala tiene muchos de ellos.
Otro caso es el de una generosa pareja tenía la costumbre de siempre llegar de visita con presentes para todos. Sus amigos los recibían con mucho gusto, hasta que un día llegaron sin regalos. Tan pronto como las amistades y familiares lo supieron, se alejaron de ellos.
Por último, están aquellos que heredaron un buen nombre, pero con su comportamiento lo arruinan todo.
Muchos tratan de adquirir un buen nombre, pero pronto se dan cuenta de que no vale nada si este depende de dádivas o negocios. El buen nombre vale por sí mismo. Es producto de ser responsable, fiel, amante de lo bueno y de tener dominio propio.
Para tener dominio propio se requiere de mucha disciplina y decisiones positivas de forma constante. Hay personas como la madre Teresa, Benito Juárez, Lázaro Cárdenas, Abraham Lincoln, y claro, Jesucristo y su madre María, que gozan de muy buen nombre.
También existen muchos hoy que son bastante cumplidos y responsables, pero no tan famosos como los ya mencionados. «Más vale el buen nombre que las muchas riquezas, y la buena fama vale más que la plata y el oro», asegura el sabio Salomón en Proverbios 22:1.
2. Los labios prudentes.
La segunda cosa que vale más que el oro fino son los labios prudentes. Aquí también tiene algo que asegurarnos Salomón en Proverbios 20:15: «Hay oro y multitud de piedras preciosas, pero joya más preciosa son los labios prudentes».
Las palabras dulces son muy agradables. Levantan a quien las escucha y no bajan la estima de nadie. Los de labios preciosos son aquellas personas que siempre nos dan alguna palabra de alivio. Sus dichos son como medicina para el enfermo del alma y de poco ánimo.
Los de labios prudentes consuelan aun en las penas más difíciles y saben levantar al afligido. Aman y perdonan. Con palabras responsables y tiernas hacen sentir a las personas aceptadas y agradecidas. Son todo lo contrario del chismoso y aquel que tiene veneno y odio en su boca.
Los gritos, insultos y acusaciones humillan a quienes los reciben, pero los de labios prudentes tratan de encontrar siempre lo mejor de la vida para cada persona que conocen y tocan.
Cuando las personas están heridas, saben llorar con los que lloran y también se alegran con aquellos que están felices. Los de labios prudentes son muy escasos, pero ¡cómo se necesitan en la vida!
3. Mujer virtuosa.
Por último, de las tres cosas que menciona la Biblia como más preciosas que el oro, está la esposa fiel y dedicada. «Mujer virtuosa, ¿quién la hallará? Porque su estima sobrepasa largamente a la de las piedras preciosas», se pregunta Salomón en Proverbios 31:10.
En las culturas donde el hombre domina a la mujer, es difícil que ellos se den cuenta de las joyas que hay entre ellos. En medio de esas sociedades, donde las mujeres ni se cuentan entre el pueblo, ellas sobresalen de todos modos. Tenemos que despertar y ver la realidad de que viven joyas preciosas a nuestro derredor.
La Palabra de Dios eleva a las damas para que sean reconocidas y alabadas. «Le da ella bien y no mal todos los días de su vida», dice la Biblia en la descripción de la relación marital de esa mujer virtuosa en Proverbios 31. Ella es una experta en dar consejos. Es una gran negociante y ama de casa. Se entrega a su esposo y a su familia como gran ejemplo de una mujer de excelencia.
Lo bueno es que el esposo, en este caso, lo reconoce y la deja ser sin tener ninguna preocupación o celos de la mujer sobresaliente que eligió por esposa. Ella cuenta con su total apoyo. Todos la admiran. El pueblo la alaba y su esposo también.
Así es cuando a las mujeres se les trata con el valor de joyas preciosas cuidándolas, dándoles el honor que merecen, confiando en ellas y animándolas en los dones que tienen. Ellas por naturaleza serán fieles, responsables y muy cumplidas.
Como esposos, tomémonos el tiempo de reconocer y apreciar a las joyas que viven entre nosotros.
Esforcémonos por adquirir estas tres cualidades que son más valiosas que el oro y las joyas.
Tomado/Adaptado de la revista Prisma 43-2
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