El maratón contra el pecado
3 principios para correr este maratón
Por Jonathan Martin Orosco Medina
Me encanta escuchar de personas cercanas que correrán algún maratón. Casi 50 kilómetros de sacrificio puro. Cada corredor carga su motivación personal que lo impulsa a llegar a la meta.
En Gálatas 6:1, el apóstol Pablo habla de aquellas personas que han sido sorprendidas en pecado: «Hermanos, si ven que alguien ha caído en algún pecado, ustedes que son espirituales deben ayudarlo a corregirse. Pero háganlo amablemente; y que cada cual tenga mucho cuidado, no suceda que él también sea puesto a prueba» (DHH).
La palabra que utiliza para «caer», en griego es «prolambano». Describe a un cristiano que corre por delante del pecado y aunque no lo está buscando es alcanzado por la tentación.
Esto cambia totalmente el sentido que muchas veces le damos a este pasaje y debe quitar todo el juicio que posiblemente aplicamos cuando un hermano ha pecado.
Con esta palabra, Pablo utiliza la imagen de correr un maratón. Sabe que todos queremos llegar a la meta, pero sufriremos los abates del cansancio, el calor o la deshidratación. Parafraseando al apóstol: no se trata de observar cómo caen otros, sino de cómo corremos nuestro maratón y en qué momento necesitamos recibir ayuda o ayudar a otros.
Nuestra meta es parecernos más a Jesús y cumplir con el propósito que Dios tiene para nosotros. Los siguientes principios nos ayudarán a correr nuestro propio maratón para huir de la tentación.
1. Estudiemos la ruta. No solo aprendamos de los que llegan a la meta, sino también de los que no lo logran.
La preparación de la ruta, previo a un maratón, es sumamente importante. Los expertos dicen que es necesario preparar nuestro cuerpo varios meses antes de la competencia. En la Biblia encontramos muchas historias de personajes que Dios usó de maneras grandiosas, pero que también cometieron errores muy graves. Es necesario aprender de los errores de los personajes, tanto como de sus victorias.
En la narrativa bíblica, encontramos muchos ejemplos de cómo la tentación ha llevado a los grandes fracasos del ser humano. Eva y Adán sucumbieron ante la mentira en el paraíso, Caín se dejó llevar ante la envidia y David deseó a la mujer de su prójimo. Cada uno de estos ejemplos se encuentran en la historia de Israel con el objetivo de observar la fidelidad de Dios a pesar de la inconsistencia del ser humano.
Es muy fácil querer parecernos a los personajes bíblicos sobre todo cuando suceden cosas milagrosas y cuando son usados por Dios, pero rara vez nos identificamos con sus errores, sus fracasos y su pecado. Una correcta interpretación del texto debe llevarnos a acercarnos a Dios y a reflexionar sobre los constantes errores del ser humano a través de la historia.
Estudiar la ruta de Adán, Caín, David, Pedro, Judas y otros, nos ayuda a reconocer la ternura y la misericordia de Dios.
Cada uno de nosotros tendrá que correr su propia carrera. El estudio intencional del texto bíblico y nuestra búsqueda de Dios, deben forjar nuestra espiritualidad al reconocer nuestras debilidades y la gracia, ternura y misericordia de Dios. Sin duda esta preparación nos permitirá ser menos vulnerables ante la tentación.
2. Corramos el maratón sin hacer tropezar a los que nos rodean.
En 2013, en la ciudad de Boston, Estados Unidos, se corrió el famoso y tradicional maratón anual. Familias enteras asistieron a este increíble acontecimiento. Aproximadamente a las 3 de la tarde, dos jóvenes con bombas caseras atentaron contra decenas de personas en una de las secciones de la meta causando mucho dolor y muerte. Esta imagen desgarradora es un ejemplo de lo que puede suceder cuando cedemos ante la tentación.
La tentación es el acto de inducir al hombre a la rebelión contra Dios o contra su ley, que se resume en amar a Dios y al prójimo. Cuando nosotros cedemos ante la tentación, el pecado se hace presente y repercute en lo público y en lo privado. Eso implica que afectamos a los que nos rodean y a los que más amamos.
Por eso es importante evaluar nuestra vida. Esto debe llevarnos a pensar no solo en cómo está nuestra relación con Dios sino también con nuestra esposa, hijos, familia extendida, nuestros vecinos y nuestra comunidad de fe.
Si el pecado es rebelarnos contra Dios, entonces debemos decidir tomar un curso diferente, enfocándonos en su amor y en bendecir al prójimo.
3. Tengamos cuidado con las falsas rectas, no desviemos la mirada de la meta.
Tengo que admitir que nunca he corrido un maratón, pero me encanta el ciclismo y las leyes de la física aplican en ambos casos. Las falsas rectas son terrenos que a la vista parecen ser planos, fáciles de recorrer, pero realmente son ligeras pendientes que a la larga requieren mucho esfuerzo y una condición óptima. Estas falsas rectas son una trampa para el cuerpo y la vista si no estamos enfocados.
La comodidad, el estancamiento y el egoísmo provocan una falsa seguridad, la cual nos puede llevar a grandes fracasos y a golpes duros de la vida. En el evangelio de Juan, Jesús se refiere a sus discípulos como aquellos que no son de este mundo, pero están en este mundo. No es lo mismo ser que estar.
Como un parámetro para saber si estamos viviendo este pasaje podemos meditar en qué tanto buscamos lo que el mundo busca, lo que el mundo quiere, lo que el mundo necesita y lo que el mundo ofrece.
Salomón pidió sabiduría a Dios para ser un gran rey, pero sus deseos más banales lo llevaron a practicar pecados terribles. La tentación nubla nuestras prioridades, nos hace creer que la cuesta es fácil, que está bien la forma en cómo vivimos y que no necesitamos de los demás. Pero eso nos lleva al estancamiento y a la falsa seguridad.
La tentación es una oportunidad para el crecimiento o una barranca para el fracaso. Jesús enfrentó la tentación con la Palabra de verdad. Sus respuestas quedaron escritas como ejemplo para nosotros y son testimonio vivo de que Él ya venció la tentación y por lo tanto nosotros también podemos vencerla.
Como lo he descrito, vencer la tentación implica:
Sabernos siempre vulnerables ante la tentación.
Recorrer nuestro propio maratón huyendo del pecado.
Sostenernos en la gracia, ternura y misericordia del Padre.
Reflexionar sobre cómo nuestras decisiones impactan a los que nos rodean.
Entender y buscar el reino de Dios en nuestras decisiones y en nuestras prioridades.
Seguir a Jesús y aplicar sus principios y valores en todo lo que somos y hacemos.
Estar convencidos de que aunque somos vulnerables hay poder en Jesucristo y su Evangelio.
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