El arte de la reconciliación en el matrimonio Parte 3

Foto por Irais Téllez

Honestidad y perdón

Por Esteban Griswell L.

La honestidad.

Una segunda dinámica espiritual, en el proceso de la reconciliación en el matrimonio, es la importancia de ser honesto. Está muy vinculado con el concepto de la confesión que vimos en el artículo anterior.

Los psicólogos tienen diferentes perspectivas sobre cuán honesta debe ser una persona en la relación matrimonial, en especial cuando se trata de revelar un pecado o falla que podría llegar a lastimar o romper la confianza.

Esta controversia gira alrededor de si uno debe confesar una situación de infidelidad o tentación del pasado o no. Mi opinión es que la honestidad total, siempre es la mejor política en asuntos de mayor importancia.

Un reconocido psicólogo cristiano, Willard Harley, que se especializa en terapia matrimonial, también cree que es necesario tener una política de honestidad radical en el matrimonio con respecto a los sentimientos, experiencias pasadas, actividades en el presente y planes futuros.

Además él describe cuatro clases de mentirosos que encontramos en el matrimonio. Puede ser él o ella, pero creo que los esposos somos en particular propensos a estas tendencias. Por lo tanto quiero aplicar estas categorías al varón. Resumiendo las ideas de Harley, él habla de: 

a. Los mentirosos protectores. Son aquellos esposos que mienten para proteger al cónyuge de la crítica o de información negativa que piensan que no puede manejar. Tienden a esconder de su pareja sus sentimientos y pensamientos.

El esposo es bien intencionado y le parece inocente y amoroso esconder la información. El problema es que muchas veces está negando a su esposa datos críticos que ella necesita para crecer o tratar con la realidad.

Esta clase de mentiroso retiene la información, o la distorsiona a propósito, porque piensa que su esposa es demasiado frágil para procesarla con madurez. Es frecuente que el machismo se revele aquí. El varón piensa que las mujeres son demasiado débiles en lo emocional.

b. Los mentirosos quiero-que-la-gente-me-vea-bien. Su motivación es impresionar a otros, por ejemplo exagerando sus logros. 

c. Los mentirosos evita-problemas. Temen ser sorprendidos haciendo algo malo.

d. Los mentirosos compulsivos. Son las personas que mienten acerca de todo, casi desde su niñez. Es un problema psicológico muy arraigado. Se encuentra en un porcentaje reducido de la población.

La Biblia nos exhorta a «desechar la mentira» y «hablar la verdad» (Efesios 4:25). En primer lugar, debemos hablar la verdad acerca de nosotros mismos, y en segundo lugar hablar la verdad acerca de nuestras esposas, nunca con la intención de lastimarlas o manipularlas. El propósito siempre debe ser edificarlas y ayudarlas a crecer. 

El perdón.

¿Qué debemos hacer si nuestra esposa nos ha ofendido o pecado contra nosotros? Perdonar. ¡Y cuánto más debemos perdonar si somos cristianos! Alguien que ha aceptado a Jesucristo como su Salvador y se ha comprometido con su soberanía en la vida ha de perdonar. 

Como cristianos Dios nos ha perdonado en gran manera y espera que nosotros perdonemos a otras personas. Esta es una tercera dinámica espiritual relacionada con la reconciliación en el matrimonio.

En Mateo 18:21-35, Jesús enseña una parábola a sus discípulos que se conoce como la parábola de «Los dos deudores» o «El siervo despiadado». Se trata de un siervo que debía 10,000 monedas de plata a su rey. En aquel entonces ese monto era equivalente a alrededor de diecisiete años de sueldo para 10,000 jornaleros.

¡Hoy en día estaríamos hablando de muchos millones de pesos! Es probable que ese siervo haya robado y malgastado el dinero de su rey. Pidió misericordia del rey y él le perdonó toda la deuda.

Pero este siervo no estaba dispuesto a perdonar a otra persona que le debía un monto de cien denarios, que eran como tres meses de sueldo, casi nada en comparación con la deuda del primer siervo. Y cuando el rey escuchó de la actitud inhumana del primer siervo de no perdonar, se enojó y lo castigó.

¿Cuál es la lección espiritual que Dios quiere que saquemos de esta parábola? Nosotros que hemos sido perdonados en forma tan grande por Dios, debemos de estar tan agradecidos y conscientes de nuestras propias fallas que estemos dispuestos a perdonar a aquellas personas que pecan contra nosotros. Poniendo todo en perspectiva, las ofensas de nuestra esposa (u otra persona) hacia nosotros son insignificantes comparadas con lo que hemos hecho contra Dios.

Hallamos muchísimos textos bíblicos que nos exhortan a perdonar. Por mencionar algunos:

«Vestíos pues como escogidos de Dios, santos y amados, de entrañable misericordia, de benignidad, de humildad, de mansedumbre, de paciencia; soportándonos unos a otros, y perdonándoos unos a otros si alguno tuviere queja contra otro. De la manera que Cristo os perdonó, así también hacedlo vosotros» (Colosenses 3:12-13).

«Antes sed benignos unos con otros, misericordiosos, perdonándoos unos a otros, como Dios también os perdonó a vosotros en Cristo» (Efesios 4:32).

«Y perdónanos nuestras deudas, como también nosotros perdonamos a nuestros deudores... Porque si perdonáis a los hombres sus ofensas, os perdonará también a vosotros vuestro Padre celestial; mas si no perdonáis a los hombres sus ofensas, tampoco vuestro Padre os perdonará vuestras ofensas» (Mateo 6:12, 14-15).

Pensando en este último pasaje, me surge una pregunta. ¿Qué sucedería si Dios nos perdonara de la misma forma que perdonamos a nuestra esposa (o a otros)? ¡Guau! La Biblia dice que «misericordioso y clemente es Jehová, lento para la ira, y grande en misericordia... No ha hecho con nosotros conforme a nuestras iniquidades, ni nos ha pagado conforme a nuestros pecados... Cuanto está lejos el oriente del occidente, hizo alejar de nosotros nuestras rebeliones» (Salmo 103:8, 10, 12). 

Para el cristiano, perdonar no es opcional, es un mandato. Es una decisión, no un sentimiento. En la parábola ya mencionada de Mateo 18, Jesús dice que Dios espera que perdonemos de todo corazón.

Suena como un asunto sentimental. De hecho, algunas personas razonan así: «No quiero ser hipócrita. No puedo perdonar hasta que me sienta dispuesto a hacerlo». Pero a menudo este pensamiento es nada más un pretexto para seguir guardando el rencor.

En la Biblia muchas veces el corazón está visto como el centro de nuestros pensamientos. Lucas 9:47 dice: «Y Jesús, percibiendo los pensamientos de sus corazones...» Proverbios 23:7 enseña: «Porque cual es su pensamiento en su corazón, tal es él». ¡Perdonar es una decisión!

No solo es una decisión, puede ser un acto costoso. En definitiva, ¡no es justo! Por esto, el dicho: «Errar es humano, perdonar es divino». Cuando retenemos el perdón, seguimos teniendo un cierto poder sobre la otra persona. El perdón implica soltarlo, es decir,  abandonar el derecho de lastimar a la persona que te ha herido. 

Los débiles de carácter nunca pueden perdonar. Perdonar es un atributo de los fuertes. Lo maravilloso es que Dios da a sus hijos la gracia y el poder para hacerlo.

Se dice que guardar rencor es «como una persona que toma veneno, esperando que el otro muera». A menudo nos negamos a perdonar, pensando que estamos castigando al ofensor. Pero la realidad es que cuando no perdonamos, seguimos siendo el verdadero prisionero y víctima de nuestra falta de perdón, esclavos de nuestro enojo, resentimiento y amargura. 

Hebreos 12:15 dice: «Mirad bien, no sea que alguno deje de alcanzar la gracia de Dios, que brotando alguna raíz de amargura, os estorbe, y por ella muchos sean contaminados».

Mucha confusión gira alrededor del perdón, aun entre cristianos. Por lo tanto, distinguiré entre lo que el perdón implica y lo que no.

En resumen, porque Dios nos ha perdonado a nosotros de manera tan grande, Él espera que perdonemos y nos reconciliemos con otros. No importa si nosotros hemos ofendido (Mateo 5:23-24) o si fuimos ofendidos (Mateo 18:15). Dios espera que tomemos la iniciativa para aclarar el asunto y resolver el problema. No importa quién empezó el conflicto (si mi esposa o yo) ni quién fue el más afectado, Dios espera que yo sea quien tome el primer paso para resolverlo.

Adaptado de: Varones de estirpe real, editado por Milamex ediciones

Te invitamos a leer el siguiente tema de este artículo: La humildad


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