El arte de la reconciliación en el matrimonio Parte 1

Foto por Irais Téllez

El manejo de conflictos

Por Esteban Griswell L.

Alguien ha dicho: «El matrimonio se elabora en el cielo». Noble pensamiento. La realidad es que muchos matrimonios se inician con triste ingenuidad, a veces a ciegas, a veces de manera egoísta, precipitadamente y en desesperación, tal vez sin tomar en cuenta a Dios y los principios bíblicos. Pero una vez contratado, Dios desde el cielo reconoce el matrimonio y lo declara legítimo, un pacto sagrado.

Aun en el mejor de los casos, cuando el varón y su novia provienen de familias sanas, el matrimonio representa un gran desafío y mucho trabajo. Cuántas veces como consejero pastoral, he escuchado a parejas decirme: «¡Esteban, vamos a divorciarnos, el matrimonio no funciona!».

Mi respuesta siempre es: «¿El matrimonio no funciona o no funciona como ustedes lo están manejando?».

No importa si el matrimonio comenzó con cimientos débiles o relativamente fuertes, tengo buenas noticias: Dios respalda a aquel hombre o mujer que procura honrarlo, que está dispuesto a construir su matrimonio sobre principios bíblicos y a madurar personalmente.

Me ha impactado mucho la premisa del autor Gary Thomas en su libro Matrimonio sagrado, donde dice: «¿Qué tal si Dios diseñó el matrimonio para hacernos santos, más que para hacernos felices?».

Tengo treinta y dos años de casado. Reconozco que el matrimonio me sigue presentando oportunidades para enfrentar mi egocentrismo y la tendencia de decepcionarme a mí mismo. Me sigue dando oportunidades, no solo para dar preferencia a mi esposa, sino para amarla sacrificialmente. Ella ha sido usada por Dios para ayudarme a madurar como persona.

Para tener un matrimonio cada vez más exitoso, es importante tratar con nuestro corazón y con una transformación profunda del carácter. ¿El matrimonio se elabora en el cielo? Sí. ¡Pero los detalles prácticos tienen que llevarse a cabo aquí en la tierra!

Por eso, a través de esta serie de artículos quiero hablar del arte del manejo del conflicto y la reconciliación en el matrimonio. Es importante meditar en ambos temas porque son dos cosas relacionadas pero distintas. Es posible «manejar» el conflicto pero no llegar a la reconciliación. Por ejemplo, es posible que un varón utilice el distanciamiento emocional, el silencio o hasta el divorcio como mecanismos para «manejar» el conflicto. Pero nada se resuelve y menos logra una reconciliación.

¿Qué es la reconciliación? Una definición general sería «el cambiarse del estado de enemistad a amistad con alguien». Dios se preocupaba tanto por la reconciliación entre sí mismo y nosotros los pecadores alienados de Él, que envió a su único Hijo, Jesucristo, para dar su vida en la cruz del Calvario como pago por nuestras ofensas contra Él.

El Señor espera que nosotros, que hemos experimentado la salvación y la nueva vida en Cristo, también seamos reconciliadores. Logramos serlo cuando introducimos a otras personas al Dios verdadero y cuando tomamos la iniciativa para resolver nuestros conflictos con otras personas de manera constructiva.

En la definición vimos la palabra «enemistad». A lo mejor suena fuerte, aunque es una descripción apta para algunas parejas, inclusive cristianas. ¿Enemigos, mi esposa y yo? ¡Ay, caray! Quizá la palabra no describe su estado matrimonial del momento. Entonces, ¿qué tal decir «contrincantes» en una guerra fría?

En una guerra abierta las balas vuelan sobre la cabeza, la sangre fluye y la gente muere. En cambio, en una guerra fría, los dos lados se mantienen cada uno en su trinchera, rehúsan ceder derechos o dar la razón el uno al otro, levantan muros altos de protección contra la invasión, instalan sitios de misiles balísticos para desanimar al otro de atacar y trabajan de manera subversiva para debilitar las fuerzas contrarias sin entrar en guerra abierta.

¡Una guerra fría en el matrimonio es igual de dañina que una guerra abierta! Está lejos del ideal que Dios tiene en mente para nuestro matrimonio.

Es inevitable que nos lastimemos de vez en cuando. Todos pasamos por momentos difíciles, aun en el mejor de los casos. Algunas de estas dificultades son ligeras, resultado de malentendidos, incumplimiento de promesas, roces sobre diferencias en valores o perspectivas, palabras insensibles o hirientes, la imposición de nuestra voluntad u otras cosas. Otras dificultades llegan a arrancar el corazón, como la infidelidad. 

Aun las irritaciones más inocentes, pequeñas y bien intencionadas a menudo se transforman en pleitos serios. Es la acumulación de las «moscas muertas» (las pequeñas necedades y ofensas no resueltas, las expresiones de la falta de madurez o integridad), que «hacen heder y dar mal olor al perfume» de un matrimonio (Eclesiastés 10:1).

En las siguientes publicaciones de esta serie  hablaré de cinco dinámicas imprescindibles para reparar una brecha en la relación con nuestra esposa.

Adaptado del libro Varones de estirpe real, editado por Milamex ediciones

Te invitamos a leer el siguiente tema de este artículo: El arrepentimiento


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