Bernabé, un mentor ejemplar. Caso Dos

Bernabé anima a una iglesia nueva

Por Ricardo Crespo 

«La noticia de estos sucesos llegó a oídos de la iglesia de Jerusalén y mandaron a Bernabé a Antioquía. Cuando él llegó y vio las evidencias de la gracia de Dios, se alegró y animó a todos a hacerse el firme propósito de permanecer fieles al Señor» (Hechos 11:22-24).

En los primeros días del crecimiento de la iglesia surgió un conflicto entre los creyentes judíos. Algunos judíos enseñaban la obligación de los creyentes gentiles ante las obras que demanda la Ley, y en particular que debían circuncidarse.

Una tarde, el apóstol Pedro tuvo una visión en la cual una gran sábana descendió del cielo con toda clase de animales impuros para los judíos, y Dios le dio la orden de comer de ellos. Con esta visión, Pedro entendió que Dios no requería cumplir los reglamentos de la Ley judía para ser creyente en Cristo. 

Cuando Pedro fue cuestionado por los creyentes judíos, él declaró que toda persona que cree en Cristo recibe el perdón de pecados, sin tener que regirse por las obras que demandaba la Ley para su justificación. A pesar de la revelación de Pedro, la tensión siguió dentro de la iglesia en cuanto a la obligación de cada creyente ante la Ley. 

 En seguida, después de este relato, Lucas presenta un caso que pone a prueba esta cuestión.

Después del martirio de Esteban surgió una gran persecución contra la iglesia, y todos los creyentes fueron dispersados, excepto los apóstoles. Varios creyentes judíos llegaron a la isla de Chipre, donde sólo les predicaron a los judíos. Algunos de estos nuevos creyentes judíos llegaron a Antioquía para anunciar las buenas noticias acerca del Señor Jesús a los gentiles; y un gran número creyó y se convirtió al Señor.

Este escenario resalta la tensión dentro de la iglesia, ya que no se trata de una sola familia, como en el caso de Pedro con el romano Cornelio, sino de un gran número de conversos gentiles. La noticia llegó a los oídos de los líderes en Jerusalén, quienes enviaron un delegado para investigar el asunto. Afortunadamente enviaron a Bernabé.

Hechos 11:22-24 nos da los detalles: «La noticia de estos sucesos llegó a oídos de la iglesia de Jerusalén y mandaron a Bernabé a Antioquía. Cuando él llegó y vio las evidencias de la gracia de Dios, se alegró y animó a todos a hacerse el firme propósito de permanecer fieles al Señor».

En este pasaje, observamos tres comportamientos de un mentor. Primero, Lucas nos dice que «él llegó y vio las evidencias de la gracia de Dios». Antes que nada, Bernabé observó el ambiente en el que se encontraba. Se acercó sin presumir que conocía los problemas y la realidad de la nueva iglesia de Antioquía. Con una mente abierta buscó evidencias de la gracia de Dios. 

A pesar de haber sido comisionado por los apóstoles en Jerusalén, no asumió una postura autoritaria, sino que se presentó con una actitud receptiva, para luego profundizar en su conocimiento del Evangelio.

En segundo lugar, Bernabé se alegró con ellos. Felicitó a los miembros por lo que habían logrado, aun cuando era una iglesia nueva con mucho que aprender. Su carácter alegre fomentó un ambiente amistoso, propicio para el diálogo y el aprendizaje. Sin duda, esto provocó una respuesta positiva de los antioqueños y disipó cualquier duda que pudieran haber tenido sobre él.

Tercero, Bernabé los animó a mantenerse fieles en el camino que habían estado siguiendo, sin importar lo que aún les faltaba por aprender. Él destacó lo positivo en lugar de señalar sus errores y carencias de conocimiento. La forma en que se acercó a ellos permitió que estuvieran más receptivos a recibir su instrucción.

Como para puntualizar lo importante de este encuentro, Lucas tomó la ocasión para destacar el carácter de Bernabé. En el versículo veinticuatro escribe que Bernabé, «era un hombre bueno, lleno del Espíritu Santo y de fe». Su carácter es la raíz de su habilidad como mentor. 

Además de animar a la iglesia naciente en Antioquía, Bernabé aprovechó ese momento para rescatar a Saulo, un colega al cual había defendido y apoyado. Saulo había estado en el olvido en Tarso por siete años. No sabemos nada de su vida hasta que Bernabé decide buscarlo. Cuando lo encuentra, lo lleva a Antioquía y durante un año enseñaron juntos a los creyentes. Fue ahí que se les llamó «cristianos» por primera vez. 


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