Mensajero de malas noticias

Foto por Eliab Bautista

Foto por Eliab Bautista

¿En dónde hallar fortaleza para este tipo de misión?

Por Jaime Rivera Prieto

«Ya murió, ya descansó, se fue con el Señor. ¿Podrías ser tú el que le dé la noticia a sus padres?».

Nunca había sido portador de tal informe para nadie. Ahora debía serlo para los padres de mi mejor amigo. La triste realidad me arrancó lágrimas como pocas veces he derramado. Pero debía fortalecerme para comunicarles la devastadora noticia. 

Tuve la dicha de tener un verdadero amigo. De esos de los que hay pocos. Compartimos la experiencia de conocer a Cristo. Si bien era menor que yo, caminamos juntos un buen tiempo. Hicimos una excelente dupla al trabajar, pues las debilidades de uno eran suplidas por el otro. No siempre estuvimos de acuerdo, pero logramos salir adelante en los retos que enfrentamos.

Nos aconsejábamos, apoyábamos y hasta nos llamábamos la atención cuando era necesario. Nuestras familias se conocían de mucho tiempo atrás. Teníamos en común el estar casados, asistir a la misma iglesia y servir junto con nuestras esposas.

Mi amigo laboraba fuera de la ciudad. Se trasladaba en su vehículo al trabajo. Era conocido por ser cuidadoso en todos los aspectos, incluso al conducir. Sin embargo, llegó el día en que tuvo un accidente. Lo llevaron al hospital en una condición muy delicada. 

Fue al caer la tarde cuando nos enteramos y empezamos a rogar por él al Señor. La esposa y la suegra de mi amigo fueron al hospital para estar con él. Desde que tuvo el accidente estuvo inconsciente y fue durante las horas de la noche que recibí la triste llamada. Su suegra me comunicó la muerte de mi amigo y me pidió que le avisara a sus padres.

La fortaleza de Dios me sostuvo esos breves instantes al recibir tan duro golpe. Mi amigo y compañero no estaría más entre nosotros. Pero sobre el dolor de la separación, me animó sobremanera saber que su eternidad estaba asegurada en Cristo. 

Momentos después rogué por sabiduría para hablarle a sus padres con palabras apropiadas y decirles que su hijo había fallecido. Oré por fortaleza para ellos y consuelo para toda la familia.

Afronté el desafío de ser el mensajero para los padres de mi amigo y comunicarles que su amado hijo ya había partido de este mundo. Sus padres fueron fortalecidos de manera sobrenatural, pues a pesar de llorar conmigo en ese momento, elevamos nuestra gratitud por la soberana y perfecta voluntad ejecutada por Dios.

El funeral fue como una vitrina para exponer verdades eternas a las personas que acompañaron a la familia. La Palabra del Señor fue el sostén durante todo el proceso. Los versos bíblicos mostraron la forma en que estos eventos son vistos desde la perspectiva de Dios. Eso generó el tesoro de consuelo que recibimos. 

Mi amigo goza en toda su plenitud las verdades prometidas para la eternidad. Yo las gozo también, aunque no las veo tan claramente. En realidad ser el mensajero de aquella noticia, me brindó una forma de acompañar a mi amigo, de enfrentar momentos difíciles y aprender a sostenerme en la verdad.


Tal vez también te interese leer:

Junior y el campamento   (Camina por el camino de cambio en la vida de este joven)

Fui el Cristo de Iztapalapa por nueve años   (La historia de una transformación)

Esperanza en medio de los escombros   (Recuerdos del terremoto del 85)

Un campamento cambió mi vida   (Un testimonio de transformación)

Carlos Reynoso, futbolista estrella, pero drogadicto   (¿Cómo terminó su vida?)

Sentí la atracción del mundo que me coqueteaba  (¿Has sentido lo mismo?)

Suicida, invidente, feliz  (Descubre cómo logró este cambio)

Veintidós años en el espiritismo   (Descubre lo que hizo este hombre)

El tesoro en el basurero   (Descubre cómo le ayudó este tesoro al protagonista)

Incomparable protección   (¿Existen los milagros?)

El regalo de la confesión    (La confesión es liberadora)

¿Qué será suficiente?   (¿Qué te da el verdadero éxito?)

Vendo anillo de compromiso  (Quién dirige tus decisiones de matrimonio)

La escena del azotón en la mesa    (Los cambios son posibles)

Anterior
Anterior

Andy Ruiz: un recordatorio para no perder el piso

Siguiente
Siguiente

De películas y caballos