Lavado de conciencia 

Foto por Phil Eager

Dios nos ha dado a cada uno una conciencia que señala el bien y el mal

Por Juan M. Isáis (1926-2002)

Cuando el árbol del «pica-pica» deja caer su polen sobre los seres humanos, estos tienen que tomar medidas drásticas para librarse de la molestia que las caricias de este árbol causan. 

El «pica-pica» al parecer es inofensivo. El polen que despide está contenido en unas motitas como de algodón que, al estar frente a los rayos del sol, dan el aspecto de un diamante. 

Se da mayormente en la Huasteca. Con sólo sacudirlo, despide su polen, el cual está formado como de pequeñas espinas que se aferran al cuerpo. Si una persona es víctima del «pica-pica», al principio empieza a rascarse, en especial si no sabe que la única manera de escaparse de estas molestias es bañarse y hacerlo muy bien. 

Dios nos ha dado a cada uno una conciencia que nos señala el bien y el mal, aunque nadie nos lo  haya enseñado. Sabemos por experiencia que cuando hemos hecho una cosa mala, nuestra conciencia puede molestarnos hasta el punto de sentir que perdemos la razón. 

La molestia del «pica-pica» se quita cuando uno se lava. Así también la angustia que produce nuestro mal obrar en la conciencia necesita ser lavada. 

El capítulo trece del evangelio de Juan, relata que en una ocasión (antes de la crucifixión), Cristo se ciñó su ropa, tomó una toalla y empezó a lavarle los pies a sus discípulos. Cuando llegó a donde estaba Pedro, éste le dijo: «Señor, tú no me lavarás los pies jamás». 

Cristo le contestó: «Si no te lavare los pies, no tendrás parte conmigo». Entonces Pedro pidió: «Señor, si es así, entonces no solo los pies, sino aún las manos y mi cabeza».  

Lo que todo ser humano necesita es un lavado de corazón para ser libre. Juan afirma: «La sangre de Jesucristo su Hijo, nos limpia de todo pecado» (1 Juan 1:7b). 

Si Cristo con su sacrificio a nuestro favor, nos limpia, entonces la molestia de la conciencia (el «pica-pica» espiritual) nos deja tranquilos porque el perdón de Dios redime nuestro pasado, nos limpia y nos permite empezar de nuevo. 


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