Escribiendo nuevas tradiciones navideñas

Foto por Juan Esparza

En nuestro primer año de matrimonio

Por Roberto Ramírez Q.

Han pasado dos vueltas en el calendario, en las que no he podido compartir la Navidad con mi familia, a causa de mi trabajo misionero en Europa del Este. Es un minúsculo precio a pagar en comparación con el más grande honor de servir a Dios.

Muchas cosas han pasado en este tiempo; por supuesto la guerra de Ucrania, la cual nos ha abierto la oportunidad de servir a miles de refugiados, condición a la que nuestro mismo Señor Jesucristo se enfrentó. Y en medio de todo esto, un capítulo sublime en mi vida, unirme en matrimonio.

Este fin de año será diferente, visitaremos América Latina y mi esposa está ansiosa por conocer a mi familia y celebrar con ellos. Platicábamos sobre las costumbres de nuestros países natales para festejar la Navidad y aunque había algunas similitudes, como la centralidad de la familia, reflexionábamos en que casi ninguna de las tradiciones culturales acierta en poner a Jesucristo en el foco de la celebración.

En nuestra boda, debido a problemas técnicos, tuvimos muy pocas fotos. El carecer de fotos matrimoniales es inusual, pero sería más extraño pensar en una celebración sin el homenajeado. ¡Imagínense una boda con todo su júbilo pero sin la novia!

En una actualidad tan convulsa, ¿es Jesús el centro de nuestra celebración? Ciertamente Él está con nosotros, pero es bueno analizar si le estamos permitiendo a Dios vivir en nuestras vidas y si nuestras tradiciones y festejos decembrinos hacen a Jesús presente.

En nuestra primera Navidad como matrimonio deseamos tener una celebración épica, por lo tanto, ¡es el momento oportuno de remozar y escribir nuevas costumbres! 

Deseamos que Jesús esté presente en nuestras tradiciones familiares, no sólo siendo parte de la decoración, sino como el centro de nuestras conversaciones. 

Que los regalos nos recuerden no lo bien que nos hemos portado, como se nos decía cuando éramos niños, sino la sublime gracia del Cielo que nos envió el regalo que necesitábamos debido a que nos portamos mal. Que gritemos de gozo por el regalo de la salvación y que compartamos éste con muchas personas, procurando ser buenos mensajeros de este obsequio. 

Adornemos las calles no con faroles sino con la mejor luz, aquella que resplandece en medio de las tinieblas que oscurecen nuestros vecindarios (Juan 1:5). Pues es Cristo la fuente de toda luz, que trae vida y salvación (Juan 8:12). No escondamos esta luz (Mateo 5:14-16), sino reflejémosla. Queremos hacer visible al Mesías cuando ayudamos al que tiene sed, al hambriento y al extranjero (Mateo 25:35).

Y que la cena de nochebuena sea una completa sinfonía de acción de gracias debido a este amor único de Jesús por nosotros. Además, que el gozo y la paz de esta festividad sean dos ingredientes esenciales no sólo en las recetas navideñas sino en nuestro diario vivir, para influir al mundo.

La navidad es sólo el principio de la historia, ya que el niño que nos ha nacido (Isaías 9:6) es también el Rey de Reyes y Señor de Señores cuyo reino no tendrá fin (Lucas 1:32-35). 

Ruego a Dios que en esta Navidad el amor impere, que Jesús nos moldee hasta ser esa novia en espera de su regreso. Sólo así contemplaremos las bendiciones trascendentes a nuestra vista ya que como Saint-Exupery menciona «Lo esencial es invisible a los ojos».


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