Disciplinas espirituales para hoy Parte 2

Foto por Andrea Hernández

Soledad, comunidad, ¿y qué más?

Por Jonathan Mikes

Muchos de nosotros empezamos nuestro caminar en la fe cristiana concentrados en dos disciplinas espirituales: el estudio bíblico y la oración. Efectivamente, son las bases de todas las demás. Van de la mano con el ayuno, por ejemplo, y con la meditación, pues reflexionamos en las verdades de la Palabra. 

Otra disciplina básica es el servicio a Dios y a los demás. El libro de Romanos nos habla de esto entre líneas; si queremos vencer el pecado, una de las mejores formas es servir a Dios y a otros de forma activa.

Algunas disciplinas las practicamos en comunidad, otras en soledad, y otras, en ambas. ¡Estos contextos son tan importantes que son disciplinas en sí mismas! La soledad es una disciplina, al igual que la comunidad. 

El famoso mártir alemán Dietrich Bonhoeffer escribió en Vida en Comunidad:  «El que no sepa estar solo, que tenga cuidado con la vida en comunidad. . . El que no sepa vivir en comunidad, que tenga cuidado con la soledad». 

Si nos resulta difícil la soledad, no es sano huir de ella para estar en grupo. Si nos es difícil la comunidad, tampoco es sano escaparnos de la gente para estar a solas. Las dos cosas son igualmente importantes.

Henri Nouwen señala un modelo basado en la vida de Jesucristo, se halla en el relato de Lucas 6:12-19. Jesús empieza en la soledad, luego se involucra en la comunidad para después poder hacer ministerio:

«En aquellos días él fue al monte a orar, y pasó la noche orando a Dios. Y cuando era de día, llamó a sus discípulos, y escogió a doce de ellos, a los cuales también llamó apóstoles: a Simón, a quien también llamó Pedro, a Andrés su hermano, Jacobo y Juan, Felipe y Bartolomé, Mateo, Tomás, Jacobo hijo de Alfeo, Simón llamado Zelote, Judas hermano de Jacobo, y Judas Iscariote, que llegó a ser el traidor. 

Y descendió con ellos, y se detuvo en un lugar llano, en compañía de sus discípulos y de una gran multitud de gente de toda Judea, de Jerusalén y de la costa de Tiro y de Sidón, que había venido para verle, y para ser sanados de sus enfermedades, y los que habían sido atormentados de espíritus inmundos eran sanados. Y toda la gente procuraba tocarle, porque poder salía de él y sanaba a todos».

  • La soledad:

    En esta disciplina estamos a solas con Dios, como Jesús en la montaña en su noche de oración. Es entonces cuando escuchamos la voz de afirmación de nuestro Padre y reconocemos nuestra identidad como sus hijos amados. Sólo así, podemos soportar los éxitos y los fracasos, porque nuestra identidad se encuentra en Cristo y no en nuestro rendimiento.

  • La comunidad:

    En la soledad Jesús fue guiado a hacerse parte de una comunidad. No fue una comunidad ideal;  señala Nouwen:  «Es donde vive la persona con quien menos quieres vivir». ¡En la comunidad de Jesús vivía Judas!

  • El ministerio:

    Después de formar su comunidad, Jesús empieza a ministrar, y con gran poder. Sana a los enfermos y da libertad a los endemoniados. La soledad y luego la comunidad, nos dan poder para ministrar y servir a los demás. Dice Nouwen que el ministerio es algo en donde tenemos que confiar. Si sabemos que Dios nos ama y si seguimos perdonando a aquellos con los que vivimos y celebrando sus dones, de nuestra vida saldrá un poder que sanará a muchos.

Es interesante la dinámica que Nouwen ve aquí. Muchos tendemos a un extremo u otro. Por ejemplo, a una persona extrovertida le fascina estar en una comunidad cristiana; a un joven introvertido le encanta la soledad con Dios. 

Cuando yo me entregué a Cristo a los dieciocho años de edad, creo que la comunidad cristiana fue lo que me fortaleció de forma increíble. Pertenecía a un grupo de creyentes en la universidad y por el ejemplo de ellos permanecí en la fe. Esa red de amistades con gente amable, divertida e inteligente me convenció. Si hubiera hecho mis amistades universitarias en otro lado, no sería el seguidor de Cristo que soy ahora y mi propósito en la vida seguramente sería otro.

A la vez no soy al cien por ciento una persona extrovertida. La verdad es que me empiezo a deprimir estando mucho tiempo en comunidad. Creo que tiene que ver con mi trasfondo familiar. Amo a mis padres;  mi meta como padre es ser como ellos porque han sido excelentes. A la vez quizá a mi hermana y a mí nos dieron tanto amor que me sentía el centro del universo. Y a veces cuando estoy en una actividad intensa y larga de comunidad sin descansos de soledad, y no soy el centro de atención, me empiezo a deprimir. 

Sé que lo que me hace falta en esos momentos es estar a solas con Dios, para escuchar su voz y no la voz de la gente. Dice Nouwen que cuando buscamos de otras personas algo que sólo Dios nos puede dar, actuamos perversamente:  «Decimos “¡Ámame!” y pronto nos volvemos violentos, exigentes y manipuladores».

Las dos disciplinas son necesarias para crecer en la fe y vivir sanamente. A mí me encanta el internet y doy gracias al Señor por sus ventajas;  sin embargo, luego con el correo electrónico, Facebook y los mensajes de textos, quedamos atrapados en un mundo que no es soledad pero tampoco comunidad. La mejor manera de vivir en comunidad es hacerlo en vivo.

La auténtica soledad no admite distracciones. Últimamente he tenido que cambiar mi forma de tener tiempo a solas con Dios. Siempre pasaba un tiempo de oración en mi escritorio después de leer la Biblia, pero me doy cuenta de que ahora no lo puedo hacer. Empiezo a orar por alguien, me llega la idea de escribirle un correo, y luego veo que otra persona me escribió algo que puedo contestar de forma rápida. Sin darme cuenta ya estoy trabajando en mis propias actividades. ¡Desapareció completamente mi tiempo de soledad con el Señor!

Ahora me pongo de rodillas en frente de un sillón en mi oficina, lejos de la computadora, y no me distraigo. 

Existen tantas distracciones hoy en día, que buscar la soledad con Dios de veras requiere de compromiso y esfuerzo. Parece que siempre interrumpe una llamada, un mensaje de texto, un correo para contestar. Cuidemos mucho las distracciones.

Hoy en día vemos una enfermedad en muchas Iglesias y en todo el mundo cristiano: es que muchas veces nuestra vida se basa más en la adrenalina que en el amor. Nos enredamos en tantas actividades, que aunque muy buenas, nos representan una tentación. Confieso que lucho con esto en mi vida. Thomas Merton, un creyente que valoraba mucho las disciplinas espirituales, evaluaba este estilo de vida así:

«El trabajo antinatural, frenético, angustiado, realizado bajo la presión de la avaricia, del miedo o de cualquier otra pasión desordenada, no puede, hablando con propiedad, ser dedicado a Dios, porque él nunca quiere tal trabajo directamente».

Practicar las disciplinas espirituales es hacer una revolución en contra de la cultura de trabajo afanado, dentro y fuera de la Iglesia actual. 

Trabajé un año como asistente personal de un gran líder mundial dentro del movimiento cristiano. Fue una experiencia increíble, porque era un estilo muy diferente de hacer las cosas.  Parte de mi descripción de trabajo incluía tomar un retiro espiritual cada mes, al lado de un lago hermoso. ¡Ese hombre me pagaba para tomar un retiro espiritual mensualmente! Él valoraba la importancia de crear espacios para recibir guía de Dios. Para mí, era algo revolucionario.

El cuarto mandamiento nos ordena tomar un día de reposo cada semana. Dentro de mi experiencia, un número sorprendente de líderes cristianos ignora este consejo del Señor para refrescarnos y descansar. Sí toman en cuenta los otros nueve mandamientos, pero este lo consideran opcional. 

Dejemos de trabajar, descansemos, abramos un espacio para disfrutar de todo eso. . . ¡y del mover de Dios en nuestra vida!

Adaptado de Fórmula para una Gran Generación, Milamex Ediciones.

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