El trabajo de papá

Foto por Diana Gómez

¿Debe involucrarse en cada aspecto de la vida de sus hijos?

Por Elisabeth de Isáis

¿El papá solo debe ser responsable de proveer alimento, vestido y techo para sus hijos? ¿O su papel incluye otras responsabilidades de gran envergadura?

Hoy en día la cultura parece bastante confundida acerca de estas dos preguntas. 

Aunque el padre vuelva a casa después de un día de trabajo fuera, en muchas ocasiones no participa mucho de la vida familiar: se queja de estar cansado y se coloca frente a la televisión hasta que la esposa lo llama a la cena. Para entonces, a lo mejor ya se durmieron los pequeños.

Pero para la familia cristiana, el cuadro es muy diferente. El papá es responsable de modelar la vida de Cristo en sus hijos,  liderarlos, enseñarles valores,  corregirlos y guiarlos. Debe involucrarse en cada aspecto de la vida de los suyos.

El hijo de un padre que casi siempre está ausente o de un hombre frío y egoísta, es un hijo que crece con terribles carencias de afecto. Cuando se casa y llega a ser padre, aunque haya entrado en la vida cristiana y desea honrar a Dios en todos sus actos, no sabe comportarse como papá porque no tuvo la experiencia de vivir con uno. Está cojo en su carácter paterno. No es fácil sustituir la falta de un buen padre.

¿Y qué tal los niños que nunca conocieron a su progenitor porque él abandonó a la madre antes de nacer el bebé o la dejó cuando el muchacho apenas empezaba a crecer?  

La mejor mamá del mundo no puede sustituir al padre en la vida de un hijo. Si el hombre murió, por lo menos el niño tiene todos los buenos recuerdos que le platica su mamá, conoce a los familiares de aquel papá y se relaciona con ellos, y no es víctima al pensar que su padre no lo amó. Pero en casos de abandono o divorcio, el precio más caro lo paga el varoncito.

¡Cuánta falta le hace recibir el abrazo, el amor y la instrucción de la persona que le dio la mitad de sus características genéticas! ¡Qué criminal es negarle el privilegio de crecer en un hogar «como debe ser»!

El mejor manual de la vida, por supuesto, es el libro de Dios, la Biblia. Y nos trae mucha luz sobre este tema de la paternidad.

Uno de los principales héroes de los primeros tiempos de la historia fue Abraham, y es interesante leer la opinión que Dios tuvo de ese gran líder:  «Yo sé que mandará a sus hijos y a su casa después de sí, que guarden el camino de Jehová, haciendo justicia y juicio» (Génesis 18:19). Abraham aceptó la responsabilidad en primer lugar de instruir a sus hijos. Y también les enseñó a hacer justicia y a guardar el camino recto señalado por el Creador. ¡Magníficas metas!

Hacia el final de la Biblia el principal maestro fue el apóstol Pablo, después de que su vida cambió de manera drástica al conocer personalmente a Jesucristo. Nunca se casó, pero su sabiduría fue extraordinaria en cuanto a temas de la familia. Una de las ciudades donde logró fundar una Iglesia muy fuerte fue Tesalónica, y su ministerio allí fue descrito por Pablo mismo de la siguiente manera:

«Sois testigos, y Dios también, de cuán santa, justa e irreprensiblemente nos comportamos con vosotros los creyentes;  así como también sabéis de qué modo, como el padre a sus hijos, exhortábamos y consolábamos a cada uno de vosotros, y os encargábamos que anduvieseis como es digno de Dios» (1 Tesalonicenses 2:10-12).

La idea del apóstol es que un padre debe tener tres características: ser santo, justo e irreprensible. Además, que un padre debe exhortar y consolar a todos sus hijos y cuidar de que anden de una manera digna de Dios. Parece una receta excelente para cualquier padre en la actualidad.

Los Diez Mandamientos que Dios escribió con su propio dedo en tablas de piedra cuando estuvo en el monte con Moisés, nos dan muchos otros consejos prácticos para un papá. 

Enseña que su prioridad debe ser la fe absoluta en el Señor, que no debe creer en ídolos o imágenes, que debe cuidar su vocabulario, que debe respetar a sus padres como ejemplo a sus hijos, que el día de descanso (ahora lo celebramos en domingo) debe ser observado por la familia incluyendo la asistencia a los cultos, que no debe mentir ni robar ni ser adúltero ni matar, y finalmente que no debe envidiar a los demás de ninguna manera.

Cada uno de los Diez Mandamientos es una enseñanza para llevarse a cabo en el hogar. ¿Parece que se han impuesto muchas obligaciones al padre? Pues sí, efectivamente.

 En el mundo vemos múltiples señales de que Dios está a punto de juzgar esta tierra; no sabemos cuánto tiempo falta. ¿Cuántas oportunidades tendrán los papás para cambiar de rumbo y aceptar el papel tan vital que deben llevar a cabo? ¡Cómo anhelamos ver a varones de rodillas, pidiendo perdón a Dios y luego yendo a buscar a los hijos que han engendrado, para corregir el rumbo de sus preciosas vidas! ¿Será posible?  

«Nada hay imposible para Dios», dijo el ángel cuando anunció a María que daría a luz al Salvador. Su mensaje parecía, efectivamente, algo imposible, pero sucedió. Todavía Dios hace milagros; nada es imposible para Él.


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