Serie: Cómo tener finanzas sanas. Paso 4
Sobre la importancia de hacer un presupuesto (incluyendo el diezmo)
Por José Luis Taddei
Controlando el dinero a través de un presupuesto
La mejor forma de controlar el dinero, es convirtiéndose en siervos de un presupuesto. Algunos de inmediato ponen una objeción: «Tengo que gastar todo lo que gano para sobrevivir; así que a mí no me serviría de nada un presupuesto».
La respuesta a esas personas es la siguiente. El principal beneficio de aprender a manejar el dinero a través de un presupuesto, es que nos permite visualizar de forma precisa si cada peso que se gasta, se efectúa tal como se planeó, además de que contribuye a que vivamos dentro de nuestros propios medios.
Además, cuando uno se convierte en siervo de su presupuesto, se protege de la tentación de gastar dinero donde no debe, ya que sin un presupuesto se gasta inconscientemente y esto se debe a los patrones de conducta que se formaron en la niñez con respecto al dinero.
Cómo hacer un presupuesto que nos lleve a convertirnos en buenos administradores de riqueza
Si nuestros pensamientos no van acompañados de acciones, se convertirán tan solo en ilusiones. Existen principios básicos para hacer que el dinero alcance, sobre y se multiplique, pero se requiere de acciones efectivas y directas. La primera acción es tener un plan y seguirlo; y esta es la función que cumple un presupuesto.
Lo primero que hay que hacer es distribuir nuestro ingreso en cantidades pequeñas de acuerdo a los rubros de gastos del mes.
El siguiente puede ser un ejemplo. Las cantidades se pusieron de forma arbitraria y pueden variar de acuerdo a los gastos de cada quien.
La siguiente acción es ajustarse a ese presupuesto. Hay un fenómeno interesante cuando se hace esto. Si se mantiene un diario de cada peso que se gaste durante un mes, al final pasarán dos cosas.
Primero, tenderá a recortar los gastos pequeños, porque resultará demasiado trabajo estarlo haciendo. Y en segundo lugar, si lo hace, verá cuánto se gasta al mes comprando golosinas, refrescos o antojitos. A su vez, podrá ver cuánto dinero puede ahorrar y cuánta salud puede generar con tan solo cambiar algunos de sus hábitos. «Quien cuida la higuera comerá su fruto» (Proverbios 27:18).
El dinero trae consigo responsabilidades
La primera responsabilidad que tenemos en cuanto al dinero, es hacia la fuente de todo lo que poseemos, el creador de la riqueza, nuestro Dios.
Cuando tenemos claro que lo que se ha puesto en nuestras manos no nos pertenece, sino a Dios; todo lo manejamos y lo negociamos desde la posición de un administrador. Por eso constantemente señalo la expresión «buenos administradores».
Por ejemplo, los buenos administradores de riquezas cuidan el dinero de la siguiente manera:
Compran lo mejor, al mejor precio.
Piden y esperan un descuento.
Leen sus facturas de compra por si hubiera errores.
Toman responsabilidad para pagar sus deudas malas (utilizar dinero prestado para gastar) y con ello incrementan sus opciones financieras y su paz mental. Su comportamiento honrado se refleja en su crédito y en su carácter.
Llevan un registro de sus gastos mensuales para verificar si se ajustaron a su presupuesto.
Si tienen un negocio, intentan convertir lícitamente cada gasto en un gasto empresarial fiscalmente deducible.
Al final del mes concilian sus gastos con su presupuesto para verificar que mantienen la disciplina presupuestaria.
Estas actividades solo llevan minutos, pero en ellas radica la libertad financiera a largo plazo.
Dé su diezmo
En este punto también encontramos objeciones. Algunos dicen: «No me alcanza con lo que gano, cómo voy a diezmar».
La respuesta es: Como ya lo vimos, la riqueza o la pobreza es un estado mental. Decir que no me alcanza, es vivir con una mentalidad de escasez en un mundo de supervivencia mínima, y eso es lo que se obtiene.
Por el contrario, hacerlo es una mentalidad de abundancia, porque estamos actuando de acuerdo al plan de Dios. El resultado: Él también cumple su plan y no se guarda nada de lo que le damos.
Salomón lo dejó muy claro cuando dijo: «Honra a Jehová con tus bienes y con las primicias de todos tus frutos, y serán llenos tus graneros con abundancia y tus lagares rebosarán de mosto» (Proverbios 3:9-10).
Por naturaleza, el ser humano está inclinado a ser egoísta y a apegarse a lo que tiene, así que teme compartir sus posesiones, porque su mentalidad de pobreza le hace sentir que no sería capaz de reemplazarlas. Ese fue el caso del joven rico.
Pero pongamos atención a la creación de Dios. Cuando observamos la tierra, vemos que siempre está dispuesta a dar generosamente sus reservas minerales y vegetales, porque actúa conforme a la mentalidad de Dios, una mentalidad de abundancia y de riqueza.
Cuando un hombre actúa con la mentalidad divina, da su diezmo como un gesto de acción de gracias por sus infinitos favores. Y lo hace de forma alegre, como un gesto de amor, de repartición, de donación espontánea libre y generosa que caracteriza el desapego del cristiano; y con ello, está cebando la bomba de las riquezas de Dios.
En otras palabras, al dar el diezmo, estamos diciendo: «Tengo tanto que puedo desprenderme del diez por ciento para que sea administrado en favor de otros».
La historia de Eliseo y la viuda (2 Reyes 4:1-7), y la viuda que dio como ofrenda todo lo que tenía (Lucas 21:1-4), son muestras palpables de cómo Dios observa y multiplica lo material, cuando estamos libres de temores y no tenemos una mentalidad de pobreza. Repito: Podemos parecer ricos y ser pobres, podemos parecer pobres y ser ricos.
Para concluir esta serie, te invitamos a leer, la próxima semana, el último paso: Sobre la necesidad de ahorrar.
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