Gana salud, disciplina y satisfacción

Foto por Diana Gómez

¿Qué es lo que se necesita para estar siempre decididos a hacer lo que nos hace bien? 

Por Leonardo Rosales Ortuño

Hace algunos años empecé a realizar una actividad deportiva que me ha dejado grandes satisfacciones y logros. Me he convertido en uno de esos locos a los que les gusta correr. Empecé con mucho temor a correr solo 2 o 3 kilómetros cuando mucho. Después de algunos meses de entrenamiento me animé a realizar mi primera carrera de 5 kilómetros.

Después de algunos años, en mi trayectoria deportiva tengo diez carreras oficiales de 5 kilómetros, catorce de 10 kilómetros y un medio maratón (21 kilómetros). Mi meta como corredor para el 2020 es terminar por lo menos un maratón, sin morir en el intento.

Esta consecución de logros deportivos no ha llegado solamente por el deseo de hacerlo, me he tenido que disponer a cambiar algunos hábitos. Por ejemplo, disminuir el tiempo de ver mis programas favoritos y aumentarlo a mi entrenamiento. Reducir mis consumos de pan dulce y cambiarlo por ensaladas. Desvelarme cada vez menos, para poder descansar y recuperar energía.

Después de algunos años, lo que antes me costaba trabajo dejar de hacer o comer, se ha convertido en un nuevo hábito que disfruto, ya que ha mejorado, entre otras cosas, mi salud. El resultado de estos cambios ha valido el esfuerzo.

Sin embargo, aunque he disfrutado al máximo cada uno de los beneficios asociados a esta actividad, en ocasiones he dejado pasar días, semanas y hasta meses sin correr. He tenido sentimientos de culpa, de pesar, de disgusto por saber que he dejado de disfrutar las alegrías de salir, quemar calorías, generar endorfinas, oxigenar mi organismo.

¿Por qué pasa esto? ¿Qué es lo que se necesita para estar siempre decididos a hacer lo que nos hace bien? ¿Existe alguien que nunca sea vencido por la flojera para levantarse temprano y correr?

En mi experiencia, el dejar de correr ha obedecido solo a una razón: decido mal. Decido dejar de probar lo bueno, decido dormir más o decido evitar el dolor en mis músculos al terminar una carrera. Eso que realmente disfruto al final de cada carrera, es lo que enfatizo como algo malo y me justifico al dejar de hacerlo.

Todo este proceso racional está en mí. Distorsiono algunas verdades para justificar mi comportamiento. Por lo tanto, para evitar que esto me suceda frecuentemente he decidido hacerle frente con una sola visión: El resultado. Ver más allá de los cinco minutos que me toma decidirme a ponerme los tenis y salir a correr. Decidir por el bien más alto o la mejor opción, y no permitirme algo menos que eso. Ver lo invisible.

En las carreras de resistencia existen corredores denominados de alto rendimiento. Lo único que hacen es entrenar para correr, es su modo de vida. Reciben apoyo para que entrenen, entrenen y entrenen para ganar carreras y entiendo perfectamente que mi situación y decisión personal no es convertirme en uno de ellos.

Sin embargo, si hay algo que necesito usar diariamente de la metodología de los corredores de alto rendimiento es: Entrenar para ganar. Ganarle al día anterior, es decir, enfrentar mi carrera diaria como una carrera diferente. El único objetivo es correr un metro más o ser un segundo más rápido o terminar en un lugar mejor, respecto a mi carrera anterior. Esto es lo que me ha permitido ser un poco más disciplinado. Buscar la medalla diariamente, ganar.

El último aspecto que considero vital en mi vida de corredor para lograr el resultado que pretendo alcanzar es muy fácil, rodearme de más y mejores corredores que yo. Esto es fácil ya que cada vez más, encuentro personas en mi trabajo o en la iglesia o en mis clases que tienen esta misma locura. Levantarse temprano y enfrentar el frío e incomodidad de los primeros 3 kilómetros, para después experimentar una gran satisfacción de terminar la meta de kilómetros o de tiempo del día. Relacionarme con otros que persigan el mismo sueño, me alienta.

En conclusión, estoy en un proceso diario de transformación que me ha permitido ganar en salud, disciplina y satisfacción. Lo que me ha ayudado a lograrlo son estas tres sencillas cosas:

  1.  Ver lo invisible, sé que en algún momento lo alcanzaré.

  2. Ganar, no solo participar sino ser de esos que experimentan el triunfo diariamente.

  3. Juntarme con los buenos, con los mejores, con los que me llevan delantera para aprender.

Todo eso ha sido mucho más fácil entenderlo porque mi relación con Dios es muy similar a esta experiencia como corredor. En cada dificultad u obstáculo veo al Invisible que está allí dispuesto a ayudarme. Ser sabio al experimentar la obediencia a su Palabra y no solo presumir que la conozco, sino ser de esos locos que tienen su casa sobre la roca. Finalmente me integro a la iglesia y a mis hermanos, que me enseñan la fidelidad de Dios en sus vidas y cómo han logrado permanecer en el camino.

Por todo esto me gusta vivir corriendo.


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