Finanzas personales en tiempo de crisis

Foto por Maddy Morrison

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5 consejos para edificar nuestra casa y tomar decisiones sabias

Por María Cristina Hernández Trejo

Estos son tiempos insólitos para todos. La pandemia nos ha tomado por sorpresa y estamos inmersos en algo que parece tomado de un libro futurista. Nunca imaginamos esta realidad, sin embargo a Dios no le ha sorprendido. 

La Biblia es, entre otras cosas, un manual de vida al que vale la pena hacerle caso. En cuanto a las finanzas el Señor Jesucristo nos enseñó y advirtió de muchas situaciones. 

En Mateo 6:19 aseveró: «No os hagáis tesoros en la tierra… sino en el cielo. Porque donde esté vuestro tesoro, allí estará también vuestro corazón».

«No podéis servir a Dios y a las riquezas» (Mateo 6:24).

«No os afanéis por vuestra vida, qué habéis de comer… beber… vestir… Vuestro Padre sabe que tenéis necesidad de todas estas cosas …Buscad primeramente el reino de Dios y su justicia y todas estas cosas os serán añadidas …Baste a cada día su propio mal» (Mateo 6:25-33).

En la parábola de Los dos cimientos (Mateo 7:24-29) Jesucristo le advirtió a sus oyentes que cualquiera que oyera sus palabras y las hiciera, lo compararía con un hombre prudente que edificó su casa sobre la roca. Cuando vinieron las lluvias y el viento, esta no cayó.

En cambio, al que no pone en práctica el consejo, Jesús lo comparó con un hombre insensato que edificó sobre la arena. Vinieron las lluvias y el viento pero en esta ocasión, la casa cayó y fue grande su ruina.

Esta parábola nos muestra que es natural que los hombres edifiquen su casa. Dios espera que sigamos sus enseñanzas, pero también que nos hagamos cargo de nosotros. No nos está diciendo que nuestra vida debe girar alrededor del mundo material, pero califica de prudente al que edifica bien y de insensato al que no construye con inteligencia.

Crisis larga

Esta será una crisis larga. La economía seguirá lenta por varios años. La capacidad económica del pasado no se va a recuperar pronto. Nuestra estimación (con base en datos del FMI y cálculos propios) es que en México la recuperación del PIB per cápita que teníamos en 2019 no se recuperará sino hasta el 2025.

Esto implica que habrá:

Pérdida de empleos.

Pérdida de ingresos.

Caída del consumo.

Caída de la productividad global.

Daño a las cadenas de suministros.

Alto endeudamiento de gobiernos, empresas y personas.

Una grave afectación del sector servicios (que es muy importante en las economías) por el distanciamiento social. 

Aceleración de cambios por caminos ya trazados

La situación actual está acelerando cambios que se han venido gestando en los últimos años, por lo que avanzaremos por caminos ya trazados.

El trabajo está cambiando. Hoy en día se requieren nuevas habilidades, por ejemplo: capacidad para pensar diferente, para actuar rápido, para adaptarse, para aprender, para trabajar sin la supervisión directa de un jefe, para negociar nuevos acuerdos y usar nuevas tecnologías.

La distancia será una condición de vida. Habrá que inventar soluciones en los ámbitos de servicios, trabajo y contacto social. Es importante reconocer que si no estamos dispuestos a cuidarnos nosotros mismos y a otros del contagio, las cosas no van a funcionar. 

¿Qué hacer?

Es primordial no temer. El temor puede ser paralizante. Temor a enfermar y morir, a perder el trabajo, a no tener un colchón financiero, a endeudarnos o a que nuestro negocio no camine más.

Tenemos que tomarnos firmemente de la mano de Dios y avanzar.

En vez de temer, tenemos la opción de actuar: cambiar, crecer y mejorar. Hagámoslo pronto porque no hay tiempo que perder. Esta es una hemorragia. Debemos actuar con firmeza porque el futuro no será como se esperaba. Si nos quedamos igual, lo más seguro es que fracasemos.

Una baja probabilidad no significa cero probabilidad. Nadie esperaba una pandemia, pero aquí está. Entonces:

Sí, puede pasar lo impredecible.

Sí, podemos perder el trabajo.

Sí, es necesario tener un fondo de contingencia.

Sí, hay que ahorrar. 

En nuestras casas hay muchas cosas que en realidad no requerimos. Entonces no compremos todo lo que queremos, evaluemos si realmente es indispensable.

Necesitamos una estrategia que nos prepare para lo que venga. Aquí algunos consejos.

1) Enfocarnos en los ingresos.

¿Tenemos ingresos? Es importante conservarlos. Revisemos qué riesgos existen y hagamos algo para evitarlos. Generemos lealtad entre las personas a las que servimos.

Las empresas requerirán cada vez más: enfocarse en las ventas, rematar productos, rematar los activos, generar lealtad de marca, dar crédito a la gente, dar una tarjeta de lealtad donde después de ciertas compras se den descuentos especiales, agilizar la cobranza y empujar al circulante.

2) Mejorar nuestros conocimientos y habilidades.

¿Nos quedamos sin ingresos? ¿Qué podemos hacer para volver a tenerlos? ¿Qué podemos ofrecer a las personas en estas nuevas circunstancias?

Seamos creativos. Cambiemos nuestro modelo de negocio. Lo presencial, hoy en día, tiene muchas limitantes. Por ejemplo, si tenemos un salón de belleza, podemos ofrecer ir a las casas de los clientes con todas las medidas de seguridad: Portar cubrebocas, constante desinfección de lo que se ocupa, o quizá utilizar lo del cliente mismo. Podemos ofrecer un corte de cabello en el jardín, al aire libre.

Pensemos con detenimiento y creatividad: ¿Cómo nos podemos insertar en este nuevo mundo? Todos tienen problemas de dinero. ¿Cómo contribuir y al mismo tiempo obtener un ingreso?

3) Ahorrar, ahorrar y ahorrar.

Es necesario revisar cuidadosamente todos los gastos. Todos debemos saber cuánto es nuestro gasto indispensable mensual y recortarlo lo más posible, aun si nuestro ingreso no ha sufrido ningún deterioro.

Si tenemos la fortuna de tener ingreso, incluso ahorro, es importante incrementarlo.

Si nuestro ingreso disminuyó, reducir los gastos será imprescindible. Ahorremos porque nos podemos quedar sin ingreso.

Si nos quedamos sin ingresos, usemos nuestro ahorro (AFORE) solo para lo indispensable, pero tratemos de conseguir ingresos lo más rápido posible.

Si nos quedamos sin ingresos y no contamos con un ahorro: ¿Tenemos algo que pueda venderse? ¿Hay algún trabajo que podamos hacer, aunque sea para los gastos indispensables?

Debemos estar informados de las medidas económicas, mecanismos y alternativas de apoyo oficiales para aprovecharlas si es posible. Se pueden buscar en la Secretaría de Desarrollo Social y en internet. Los adolescentes son muy hábiles para esto, pidamos su apoyo. 

Evitemos lo más posible endeudarnos, sobre todo en créditos caros como las tarjetas de crédito. Si es necesario pedir prestado para sobrevivir, busquemos el crédito más barato: la familia, los amigos y en caso extremo incluso un banco, pero entendiendo bien las condiciones.

Tomemos decisiones en familia. Involucremos a nuestros adolescentes y jóvenes. Todos debemos estar conscientes de que la situación es retadora.

Conozcamos nuestros gastos. Esforcémonos y seamos creativos para gastar menos. Si recuperamos nuestros ingresos, debemos enfocarnos en ahorrar y tener un fondo para emergencias. Invirtamos en nuestro fondo para el retiro.

De todos los ingresos que recibamos, guardemos un poquito. Algunos dicen que el 10%, pero yo recomiendo 15%.  Un fondo de contingencias debe incluir el gasto indispensable de la familia por 6 meses.

Usemos CETES DIRECTO (cetesdirecto.com). Es como una cuenta de ahorro en un banco. Se abre con 100 pesos. Se ganan intereses y no se pagan comisiones. Todo es por internet. Se necesita una tarjeta de débito o chequera que sirva para enviar el dinero y recibirlo si se quiere o se necesita retirar.

Desconfiemos de las tandas y los créditos fáciles.

Huyamos de los agiotistas y prestamistas.

Mantengamos nuestras deudas bajas.

Compartamos lo que tenemos. Podemos elegir a una familia que se ha quedado sin ingresos y donar una cantidad periódicamente.

Hagamos caso de los que saben: los médicos y los expertos en economía. Mejoremos nuestro nivel de información. No nos informemos con memes o mensajitos en las redes que no vienen de una fuente confiable.

Seamos responsables por nosotros y los nuestros: vacunas, prevención, higiene y quedarnos en casa.

4) Administrar el riesgo.

Hagámonos cargo del riesgo. Lo que está sucediendo estaba fuera de lo esperado y sus consecuencias pueden seguir siendo sorpresivas. ¿Cómo enfrentamos esto? ¿Cómo se lidia con la incertidumbre?

Preparándonos para cuando las cosas no salgan como queremos o esperamos.

Primero, hay que identificar el riesgo. ¿Qué puede salir mal para nuestra familia? Pensemos en todas las áreas:  la salud, seguridad, catástrofes naturales, el dinero y las relaciones.

Segundo, pensemos: ¿Qué podemos hacer para que eso que está en riesgo no suceda o, para acotar el daño?

Si estamos preparados, cuando algo ocurra, podremos actuar de inmediato, siguiendo el plan.

5) Aprender, aprender y aprender.

Sigamos aprendiendo tanto de los errores de otros como de los nuestros en el pasado. Esta es una oportunidad para hacerlo y crecer.

Hace poco se hizo una encuesta entre millennials (aquellos nacidos a partir de los 80 que se convirtieron en adultos con el cambio e inicio del nuevo milenio).

La pregunta era: ¿Te arrepientes de alguna decisión financiera?

Algunas de sus respuestas fueron: no haber ahorrado, no tener dinero para cubrir una emergencia, hacer compras compulsivas, comprar solo por diversión y adquirir cosas caras que no concordaban con su ingreso.

También se arrepintieron de: Tener deudas, no saber usar el crédito, no haber ahorrado para tener el enganche para una hipoteca y no haber aprendido a invertir, entre otros.

Hagámonos cargo de lo que Dios nos ha encomendado, edifiquemos nuestra casa sobre la roca. Tomemos decisiones sabias y confiemos en Dios. No nos soltemos de Su mano. Tenemos la riqueza más importante: a Él. 

Este artículo se complementa con este podcasts.


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