Choque en Reforma, mueren cuatro personas

Sea lo que sea, la manera en la que cuentes tu historia en línea puede marcar la diferencia.

Muchas imágenes fueron editadas en la televisión y periódicos para no mostrar lo dantesco de la situación

Por Luis Felipe Cetina

El impacto de ligar la perseverancia de cumplir los mandamientos de nuestro Señor Jesucristo con las decisiones que tomamos o dejamos de tomar, es un tema que siempre me ha inquietado.

Hace un par de años, una noticia atrajo la atención en redes sociales y medios, respecto a 4 personas muertas en un accidente de tránsito en la avenida Paseo de la Reforma de la Ciudad de México.    

Muchas imágenes fueron editadas en la televisión y periódicos para no mostrar lo dantesco de la situación en esa parte de la Avenida Reforma después de las 4 de la mañana.

Lo sé porque la escena me fue complementada por el conductor de un taxi que usé ese mismo día por la tarde. Él había llevado a una persona muy temprano al aeropuerto y pasó por el lugar antes de que lo cerraran. Quedaron atónitos al ver cuerpos desmembrados y una de las dos mujeres decapitada por tan brutal impacto.

Mi intención no es reportar en forma amarillista lo sucedido, sino exponer que, en este caso, el choque fue resultado de las malas decisiones de los jóvenes adultos involucrados. Vale la pena analizarlos e intentar rescatar en su totalidad, las lecciones de éste trágico evento.

No actuar como adultos.

Para tratar de comprender todo lo que llevó al fatal desenlace, debemos iniciar por conocer a los personajes involucrados. Por el tipo de evento, se podría pensar que eran unos alocados adolescentes jugando con el carro prestado de papá; sin embargo, la realidad es otra.

Todos ellos eran adultos: 2 mujeres y 3 varones, entre los 25 y 30 años de edad. Viajaban constantemente dentro y fuera del país, por lo que no estaban supeditados a salir acompañados o supervisados por sus padres, abuelos o tutores.

No pudieron haber sido manipulados, lo cual permitiría en cierta medida aminorar las acciones y decisiones que tomaron.

El no querer pensar, actuar y decidir como adultos fue el inicio de una larga jornada que no solo terminó con sus vidas, sino que afectó a sus familias, amistades, trabajos e incluso a la propia ciudad.

Todos los días tomamos decisiones. Si nos acercamos a Dios, en su Palabra encontraremos sabiduría y nos ayudará a decidir, no con base en nuestros deseos sino en lo que debe ser.

Libertinaje

Dios no nos prohíbe que seamos felices y disfrutemos de todo lo que nos rodea porque Él mismo nos lo provee, solo que debemos hacerlo de manera correcta, con orden y con medida.

El ir a un antro o bar a embriagarse o drogarse es una decisión que va más allá de salir a divertirse o de convivir con los amigos. En este caso los jóvenes involucrados, pasaron de libertad, a un claro libertinaje. Es la errónea filosofía de: «Mi vida es mi vida», «Yo hago lo que yo quiero y no tengo que dar cuentas a nadie».

Comportarse así para librarse o resolver temporalmente una situación, aunque sea solo por una noche, es otro gran error. El ingerir alcohol y/o substancias sin control, por la razón que sea, a costa de dañar su cuerpo, mente y espíritu, les costó su vida.

Desafortunadamente caer en libertinaje y excesos nos lleva a caminos y resultados que no serán buenos para nosotros. Dejamos de tomar decisiones adecuadas, pues los resultados afectan a los que nos quieren. Lo vemos cotidianamente en situaciones en las que muchos han perdido no solo capacidades físicas (motrices, auditivas, visuales, etc.) sino familias, trabajo, negocios e inclusive la vida. Este caso no fue la excepción.

Irresponsabilidad

Cada uno de ellos, actuó con gran irresponsabilidad al:

a)   No medirse en las bebidas u otras substancias que ingerían.

b)   Extender ese consumo por muchas horas.

c)    Desvelarse en días laborables.

d)   Pedir un aventón a un desconocido.

e)    No usar cinturones de seguridad.

Es similar a cuando los adolescentes se salen de sus casas, a un mundo donde el mal los va a rodear, con el afán de no tener que respetar reglas y obedecer a sus padres. A veces estas decisiones fáciles, los llevan a resultados nefastos.

Se dejan apantallar o convencer por autos último modelo o personas atractivas, sin percatarse de que solo es un disfraz que esconde lo que realmente está detrás de ellos. 

El estar en estado de embriaguez no los dejó considerar ponerse el cinturón de seguridad. Al no traerlo, salieron como proyectiles por la velocidad a la que venía el auto, traspasando cristales rotos y fierros retorcidos.

Es triste ver que somos tan tercos y presuntuosos que creemos que sabemos más que Dios y por lo tanto hacemos las cosas a nuestra manera, en vez de buscar obedecerlo a Él.

Intocables del poder

La decisión de aceptar irse con un desconocido, aunque trajera un BMW, es siempre peligrosa. Resultó que el conductor es hijo de una persona de influencia y poder en la Ciudad de México.

Es el típico ejemplo de lo que conocemos de un «junior», es decir, un joven adulto, al que se le dan recursos sin proporción y que no está acostumbrado a obedecer sino a mostrar el poder económico e influencia que tiene, gracias a sus padres.  

Estas personas se vuelven intolerantes en todo momento y creen que siempre podrán hacer lo que les venga en gana. En este caso, el tener un carro que fácilmente corre a más de 200 km por hora en tramos cortos, por el poderoso motor y sistema de frenos que posee, es un arma letal en manos de una persona irresponsable, inmadura y alcoholizada.

Una noche loca de borrachera y excesos, terminó mal para todos:

MUERTOS = 4, ENCARCELADO = 1, FAMILIAS DESTROZADAS = 6

Me ha tocado vivir situaciones de personas muy alcoholizadas en los restaurantes, que en forma prepotente insultan y mangonean a los responsables de los mismos o a los del valet parking para que los dejen ir.

Incluso a pesar de que les ofrecen alternativas como que alguien los lleve en un taxi o maneje su carro hasta su hogar. Si esto sucede en un restaurante, imagínense lo que pasa en un antro lleno de juniors.

Para los cristianos es imprescindible recordar que nuestro cuerpo es Templo del Espíritu Santo y debemos cuidarlo. Indudablemente, esto se opone a las decisiones a favor de un libertinaje o comportamiento desenfrenado para satisfacer nuestros deseos, sin preocupación alguna.

El acercarse y buscar a Dios en cada momento de nuestras vidas, tanto los difíciles como los de alegría y festejo, nos ayudará a tomar las mejores decisiones. De ellas dependerá nuestro futuro, el de nuestros familiares y en ocasiones incluso amigos.


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